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Actualizado: 22 de noviembre de 2025


Tenía un hermano en América que no daba cuenta de ; sin embargo, sabía por referencias que estaba casado, que tenía dos niños muy hermosos y ocupaba buena posición.

Decíase, y así lo dejaba comprender a sus amigos, que se había casado con una estatua, bastante agradable a la vista, pero cuya frialdad habría desanimado al mismo Pigmalión. Decía esto en términos menos honestos, tomando sus comparaciones de la historia natural con preferencia a la mitología.

Blasco Ximeno, el del reto; Ximena Blázquez, la de los sombreros, y el famoso Nalvillos, casado con la mora Aja Galiana, y casi tan famoso como el Cid, eran sus antepasados.

En el discurso de la cena preguntó don Juan a don Quijote qué nuevas tenía de la señora Dulcinea del Toboso: si se había casado, si estaba parida o preñada, o si, estando en su entereza, se acordaba -guardando su honestidad y buen decoro- de los amorosos pensamientos del señor don Quijote.

Yo, señor Fígaro, era impetuoso y naturalmente inconstante; menos servía, pues, para casado, ni nunca pensara en serlo; pero de resultas del bombardeo de Cádiz murió mi madre, que gozando por sus relaciones de familia de algún favor, hubiera adelantado mi carrera. Otro favor que me hicieron las circunstancias.

Alejandro se presenta también, y se suscita entre ambos hermanos un altercado, que termina, aunque con trabajo, con la intervención del Rey. Averíguase que ambos Príncipes aman á la bella Casandra, y que Alejandro se ha casado con ella en secreto y contra la voluntad de su padre.

El Conde, que hace con él las veces de padre, lo ha casado con una dama joven, cuya condición es muy parecida á la de su marido: llámase Blanca de la Cerda, y es hija de un Príncipe de sangre real, desterrado por su rebelión contra el Monarca legítimo. Criada en el campo, no sabe nada de su origen.

Algunas noches, á la hora en que los faros empezaban á perforar la sombra naciente con sus primeras puñaladas de fuego, sentíase melancólico, y olvidando la diferencia de edad, hablaba á su sobrino como si fuese un compañero de navegación. Lamentaba no haberse casado... Ya tendría un hijo como Ulises.

En edad bastante avanzada se había casado con un infeliz llamado don Tiburcio de Espadaña, y en los momentos en que la vemos, lleva ya quince años de matrimonio, de cabellos postizos y traje semi-europeo.

Pensaba Don Juan muchas veces en las miserias de 55 su vida pasada, y hacía comparación con su dicha presente. En consecuencia de esto, una noche soñó con su zapatería y habló de sus hormas y de su lesna. La princesa oyó estas palabras y estaba muy triste. Creía que tal vez se había casado con un zapatero.

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