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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Todos los monteros de la comarca, al pasar, iban a estrecharles la mano, y luego se reunían a su alrededor, formando así una especie de grupo aparte. Tales hombres hablaban poco, porque habían adquirido la costumbre de pasar callados noches y días enteros, a fin de no espantar la caza.

Desde que viven en la esclavitud, van mucho los anamitas a sus pagodas, porque allí les hablan los sacerdotes de los santos del país, que no son los santos de los franceses: van mucho a los teatros, donde no les cuentan cosas de reír, sino la historia de sus generales y de sus reyes: ellos oyen encuclillados, callados, la historia de las batallas.

Pero el roce con muchachos listos le había suministrado un mediano caudal de frases hechas y de ideas de repertorio, por lo cual no era de los más callados en los cafés. Disputaba sobre política, y aun metió su cuarto a espadas en ella, escribiendo en algún periodiquejo.

Por lo demás, la música expresa sentimientos divinos, si bien tiene el defecto de expresarlos en tono demasiado alto, al revés de los ángeles que permanecen siempre callados, pues al ascender de la tierra al cielo perdieron, en su purificación absoluta, el uso de la palabra, con la que tanto se peca en la vida. Como te iba diciendo, hizo presa en la influenza al salir del teatro.

Por encima de todo, en lo más alto de la pared, hay una estatua de Buda. Al salir del teatro, los anamitas van hablando mucho, como enojados, como si quisieran echar a correr, y parece que quieren convencer a sus amigos cobardes, y que los amenazan. De la pagoda salen callados, con la cabeza baja, con las manos en los bolsillos de la blusa azul.

Los anamitas se pasean, callados, a paso igual y triste, con las manos en los bolsillos de la blusa azul. Trabajan. Parecen plateros finos en todo lo que hacen, en la madera, en el nácar, en la armería, en los tejidos, en las pinturas, en los bordados, en los arados. No aran con caballo ni con buey, sino con búfalo. La tela de los vestidos la pintan a mano.

Usaba poner cabe un jarrillo de vino cuando comíamos, y yo muy de presto le asía, y daba un par de besos callados y tornábale a su lugar.

Dedicóse entonces con ardor a la pintura, y pasaba largas horas pintando en su caballete, teniendo a Lilí sentada a su lado, cual si fuese el ángel de su guarda. Así los sorprendieron aquel día los que para trazar el plan del baile de trajes entraban con Currita, y los niños, resistiendo a la curiosidad, permanecieron en su rincón callados e inmóviles.

Palabra del Dia

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