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Actualizado: 11 de junio de 2025


El señor canónigo Obrero más de una vez le hubiese puesto de patitas en la calle si no fuese por consideración a la memoria de su padre y de su abuelo y al apellido que lleva, pues todos saben que los Luna son antiguos en la catedral como las piedras de sus muros.... No se le ocurre calaverada que no la realice: en plena sacristía jura como un impío a espaldas de los señores beneficiados. ¡No digas que no, granuja!

Ya quién es: el hijo de la tía Javiera de Fresnedo manifestó con su habitual sagacidad. D. Félix no quiso desengañarle, ni tampoco á Regalado y su mujer, con quienes inmediatamente se reunió. No le pareció bien divulgar la calaverada de un personaje eclesiástico, por más que sólo de un pelo estuviese colgado de la santa madre Iglesia.

He dicho.» E iniciado el debate, habríamos discutido con todos los turnos que fuesen menester, y al reasumir yo, es seguro que, en uso de vuestros derechos individuales, os habríais ido al catre, sin que el Mosco las echase de tirano centralizador. Pero ahora, después de vuestra calaverada sin substancia, veo difícil que encaucemos el debate.

Esta le embelesaba tanto, que haciendo una calaverada, como él decía, invirtió una parte de la rumbosa gratificación que le hizo el coronel al despedirle en la suscripción a un periódico noticiero y baratito, que no le faltó un solo día después de llegar a su casa. He aquí por qué estaba al tanto de los ascensos de su coronel.

¡Jesús!, siempre me llevas por lo más feo, por donde no se encuentran más que tíos. ¿Hay también aquí ventorrillos? ¿Quieres que comamos juntos? Iremos a una fonda. No, no, no. Basta de paseos. Esto no está bien... ¡Qué se dirá de ! Para calaverada, basta. ¡Maldita sea la hora en que nací! gruñó el estudiante . ¿Dejarte ahora, separarnos?... ¿Vas a tu casa? , hombre. ¡Qué dirán!

«Esto de alquilar la casa próxima a la tuya dijo Santa Cruz , es una calaverada que no puede disculparse sino por la demencia en que yo estaba, niña mía, y por mi furor de verte y hablarte. Cuando supe que habías venido a Madrid, ¡me entró un delirio...! Yo tenía contigo una deuda del corazón, y el cariño que te debía me pesaba en la conciencia.

Palabra del Dia

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