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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Estábamos a mediados de abril, el tiempo era todavía bastante frío, y el brillante mundo londinense no había vuelto aún de pasar el invierno en Monte Carlo, Cairo o Roma. Cada año la sociedad se convierte en golondrina, volando hacia el Sud en el primer día frío de otoño, para volver más tarde a la ciudad, y cada season de Londres parece más prolongada que la anterior.
En estas imaginaciones acaso comencé a entonar, como solía, las letrillas melancólicas de los cantores del Cairo y de Córdoba, a punto de pasar frontero al palacio de Generalif.
¿Y en esos almacenes guarda ricos tejidos de Túnez, tapices de Constantinopla y cachemiras del Cairo? El judío palideció pero, no obstante respondió: Es verdad. Que el ángel me toque con el dedo si yo miento. Bueno, pues esta noche vas a hacer transportar esas mercancías a una tartana, con pabellón danés, que hay fondeada en la ensenada de Betim'Sah.
Amrú, caudillo famoso del ejército de Omar, que llevó á cabo con asombrosa rapidez la conquista del Egipto, edificó la gran mezquita del Cairo, que aun lleva su nombre.
De allí a dos días cantaría en el San Carlos de Lisboa tres representaciones de Wagner nada más; y después de un salto a Stokolmo y luego no sabía con certeza donde; a Odessa o al Cairo.
Pero tú volverás, dime que volverás pronto. Piensa que has escupido para volver, y eso es importante. No vendrás aquí mismo... conforme... Pero volverás a Europa. ¡Y esto es Europa, Fernando!... Nos juntaremos en París, y si no en Suiza... o si te parece mejor en Italia, o tal vez en Atenas o El Cairo.
Tiempo hacía ya que el soldán del Cairo no construía auxiliado para ello por los venecianos a toda costa en Berenice, puerto del Mar Rojo, naves con que salir a combatir a los portugueses en el Golfo de Omán y en lo más ancho del Eritreo, pero habían corrido rumores de que el régulo de Ormuz se había rebelado, sacudiendo la pleitesía y negando el tributo que antes pagaba.
La cigüeña zancuda inmigra de Oriente o de Africa, y busca el nido en el viejo torreón o en el alto mirador de la alquería. Tal vez allí la rubia y joven campesina alemana le puso al cuello, antes de que se fuese, una cinta con algún romántico letrero. Cuando vuelve, se pasma la muchacha de ver que le contesta algún muftí del Cairo o algún santón de la Meca con otro letrero escrito en arábigo.
En aquel recinto regio fueron muy pocos los que alcanzaron entrar, bajando todas las esclavas a recibir a su nueva señora con las demostraciones más ardientes de regocijo; unas danzaban al son de los albogues y adufes, y otras le cantaban al antiguo uso de Córdoba y del Cairo estas lisonjeras cásidas de versos: Entra aquí, entra aquí en estos jardines de arrayán, rosa y jazmines, entra, sí, cual reina por sus confines.
El aire de París es quizás el que mejor conviene a los tísicos. Hablan del Nilo: los posaderos del Cairo son los que han hecho extender esa opinión. Sin duda el vapor del río sirve para algo, pero, ¿y la arena del desierto no es perjudicial?
Palabra del Dia
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