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Actualizado: 4 de junio de 2025
CIPIÓN. ¿Al murmurar llamas filosofar? ¡Así va ello! Canoniza, canoniza, Berganza, a la maldita plaga de la murmuración, y dale el nombre que quisieres; que ella dará a nosotros el de cínicos, que quiere decir perros murmuradores; y por tu vida que calles ya y sigas tu historia. BERGANZA. ¿Cómo la tengo de seguir si callo?
BERGANZA. Ambición es, pero ambición generosa, la de aquel que pretende mejorar su estado sin perjuicio de tercero. CIPIÓN. Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero. BERGANZA. Ya hemos dicho que no hemos de murmurar. CIPIÓN. Sí, que yo no murmuro de nadie. BERGANZA. Ahora acabo de confirmar por verdad lo que muchas veces he oído decir.
CIPIÓN. Quiero decir que la sigas de golpe, sin que la hagas que parezca pulpo, según la vas añadiendo colas. BERGANZA. Habla con propiedad; que no se llaman colas las del pulpo.
BERGANZA. Todo lo que dices, Cipión, entiendo, y el decirlo tú y entenderlo yo me causa nueva admiración y nueva maravilla.
CIPIÓN. Y decías muy bien, Berganza; porque no hay mayor ni más sotil ladrón que el doméstico, y así, mueren muchos más de los confiados que de los recatados; pero el daño está en que es imposible que puedan pasar bien las gentes en el mundo si no se fía y se confía. Mas quédese aquí esto, que no quiero que parezcamos predicadores. Pasa adelante.
BERGANZA. Digo que tienes razón, Cipión hermano, y que eres más discreto de lo que pensaba; y vengo a pensar y creer que todo lo que hasta aquí hemos pasado, y lo que estamos pasando, es sueño, y que somos perros; pero no por esto dejemos de gozar deste bien de la habla que tenemos y de la excelencia tan grande de tener discurso humano todo el tiempo que pudiéremos.
CIPIÓN. Berganza, amigo, dejemos esta noche el Hospital en guarda de la confianza y retirémonos a esta soledad y entre esas esteras, donde podremos gozar sin ser sentidos desta no vista merced que el cielo en un mismo punto a los dos nos ha hecho. BERGANZA. Cipión hermano, óyote hablar, y sé que te hablo, y no puedo creerlo, por parecerme que el hablar nosotros pasa de los términos de naturaleza.
CIPIÓN. Advierte, Berganza, no sea tentación del demonio esa gana de filosofar que dices te ha venido; porque no tiene la murmuración mejor velo para paliar y encubrir su maldad disoluta que darse a entender el murmurador que todo cuanto dice son sentencias de filósofos, y que el decir mal es reprehensión, y el descubrir los defetos ajenos, buen celo.
CIPIÓN. Sea ésta la manera, Berganza amigo: que esta noche me cuentes tu vida y los trances por donde has venido al punto en que ahora te hallas, y si mañana en la noche estuviéremos con habla, yo te contairé la mía; porque mejor será gastar el tiempo en contar las propias que en procurar saber las ajenas vidas.
BERGANZA. Digo que los hijos de mi amo se dejaron un día un cartapacio en el patio, donde yo a la sazón estaba; así del vademecum y fuíme tras ellos, con intención de no soltalle hasta el estudio.
Palabra del Dia
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