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Actualizado: 28 de junio de 2025
Ceñido siempre el arnés de batalla, no dá punto de reposo á los enemigos del Islam, y mientras el Califa se hunde con la gloria de los Umeyas en su lecho de flores, hace él que sus soldados recojan cuidadosamente despues de cada refriega el polvo de sus arreos militares para que á su muerte no le sepulten en otra tierra que la recogida en sus innumerables victorias.
Pues ya que de escuderos habláis, dijo el barón cuando cesó la risa provocada por los recuerdos de Sir Oliver, debo decir á los míos que hoy mismo tendrán brillante ocasión de acreditar su valor y de imitar el ejemplo que les han dejado nobles antecesores. Id á la cámara, muchachos, y traedme mi arnés; el señor de Butrón y yo nos armaremos aquí, sobre cubierta, con vuestra ayuda.
Ponga todo hombre la acerada silla Entre los mismos palos del pesebre, Porque en diciendo la trompeta "ensilla", Hasta el caballo la cadena quiebre. Esté la lanza donde pueda asilla, Con que en el campo su valor celebre, Y el arnés que no falte hebilla o perno, Que se vista mejor que algodón tierno.
Podrá ser; pero sucede endiabladamente que yo pienso lo mismo que ellos; me siento mal, muy mal; me pesa cada pie un quintal, y cuando quiero andar derecho como in illo tempore, me da un crujido el espinazo, y el dolor me hace volver á encorvarme un tanto; el peso del arnés y del yelmo son malos, muy malos, amigo mío, bien lo sabéis, porque vos, como yo, los habéis llevado mucho tiempo; además, este respirar dificultoso, este hervor en el pecho; yo estoy muy malo y voy á hacer cuanto antes el testamento.
A semejanza de la Edad Media, en que el Dios de las batallas con el ruido de sus armas adormecía la inteligencia; cual aquella época del arnés y de la lanza, se ocultaba en lo más recóndito de los cláustros la ciencia en el libro y el experimento en las primitivas máquinas; á imitación de entonces en que el fraile mantenía vivo el estudio y el saber, así en el día el cláustro en el Oriente cual templo de vestales, alienta la vívida luz de los humanos adelantos.
Sacó una moneda y diósela al paje para que pagara sin tardanza su latrocinio, ordenándole en seguida que almohazara su caballo y aparejase el arnés, las ropas y las armas para un largo viaje que tenía que emprender al siguiente día.
Dicho esto y acabada la ligadura de don Quijote -que no fue sobre el arnés, sino sobre el jubón de armar-, dijo don Quijote: -Inadvertidos hemos andado en no habernos proveído de algún esquilón pequeño, que fuera atado junto a mí en esta mesma soga, con cuyo sonido se entendiera que todavía bajaba y estaba vivo; pero, pues ya no es posible, a la mano de Dios, que me guíe.
Palabra del Dia
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