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Actualizado: 19 de junio de 2025


El Rey quería celebrar el concertado enlace de su hija la Infanta doña Beatriz con el Duque de Saboya, y anhelaba deslumbrar a los embajadores de aquel potentado, que iba a ser su yerno, con el lujo, la magnificencia y el esplendor de la capital de sus dominios. El tiempo volaba sin sentir en medio de tantos deleites. Hubo brillantes saraos, festines, cacerías y giras campestres variadas y amenas.

Vamos allá, dixo Candido, y encomendémonos á la Providencia. Navegáron por espacio de algunas leguas entre riberas, unas veces amenas, otras áridas, aquí llanas, y allá escarpadas. El río se iba continuamente ensanchando, y al cabo se encañaba baso una bóveda de espantables breñas que escalaban el cielo.

Sólo en la mayor intimidad, en medio de pocas almas escogidas, y de alguna que si no lo era se dejaba llevar por el entusiasmo de las otras, se desanudaba suavemente la lengua del P. Enrique; y las narraciones amenas, los discursos elevados, los bellos pensamientos y nobles sentimientos brotaban de sus afluentes labios y penetraban en los corazones y en la mente del poco numeroso auditorio, aunque mejor sería decir de sus pocos interlocutores, porque el Padre evitaba, cuanto podía, monopolizar la palabra y prefería el diálogo en que todos hablasen.

Además, con una costumbre de las más amenas. Como la senda es estrecha, según he dicho, cada vez que viene en dirección contraria una arria de mulas cargadas, hay que tomar precauciones infinitas, a fin de no destrozarse las rodillas contra los costales o no ir a dar al abismo. Pues mi mula tenía la manía de acercarse, de estrecharse contra todos los congéneres que encontraba en su paso.

Gracias a Dios y a la actividad inteligente de mi marido gozo la dicha del ocio para poder cultivar un poco mi espíritu con lecturas amenas y divagaciones estéticas. El ocio es la primera condición para poder disfrutar de las manifestaciones artísticas.

»Muy en breve el maestro no tuvo nada que enseñar a su discípulo, que era ya su compañero de estudio. Por mi parte, no podía seguirlos ni llegar a su altura; pero sentíame orgullosa de saber apreciar lo que valían. »Sus conversaciones eran dulces y amenas: en ellas dejaban ver sus nobles y puros sentimientos; tenían elocuencia fácil, sencilla y persuasiva.

Hombres de poderosa asimilación ostentan cierto caudal de conocimientos, sin haber abierto un libro, y es que se han apropiado ideas vertidas en esos círculos nocturnos por los estudiosos que se permiten una hora de esparcimiento en tertulias tan amenas y fraternales.

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