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Actualizado: 25 de junio de 2025


El español había creído percibir, desde la entrada de su amigo, cierto olor de ginebra. Indudablemente él y Moreno habían tomado algunas copas de este licor antes de emprender su regreso. Tal vez esto era el motivo de su excitación, por no estar acostumbrado á las bebidas alcohólicas. Watson, que había terminado de cenar, se fijó en la tenacidad con que le miraba Torrebianca.

De noche, la luz rojiza de los quinqués mantenía en agresivo insomnio á estas nubes de insectos. Eran moscas lentas, tenaces, de una torpeza pegajosa. Caían en los platos y en los vasos, nadaban en las salsas y las bebidas alcohólicas. Al abrirse las bocas, se metían inmediatamente en sus cavidades; cosquilleaban las orejas, se introducían por los orificios de las narices.

Esta vida de embriaguez, estrépito, pelea y caricias alcohólicas que había entrevisto de niña en lo casa paterna, atraíala con fuerza ancestral, entregándose a ella sin remordimiento, como si continuase una tradición de familia.

Las divinidades del viejo mar no amaban las bebidas alcohólicas. Anfitrita y las nereidas sólo aceptaban en sus altares frutos de la tierra, sacrificios de palomas, libaciones de leche. Tal vez á causa de esto los marineros del Mediterráneo, siguiendo una preocupación hereditaria, veían en la embriaguez el más vil de los rebajamientos.

En cambio, el viaje de vuelta duraba hasta tres semanas, pues los devotos expedicionarios, orgullosos de su éxito, se detenían en todos los poblados del camino. Organizaban bailes durante las horas de gran calor, que á veces se prolongaban hasta media noche, consumiendo en ellos grandes cantidades de mate y toda clase de mezcolanzas alcohólicas.

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