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Algo semejante ocurre en «Chantecler». En vano la faisana tratará de sobreponerse á la voluntad del gallo galán y dictador. «Chantecler» cantará siempre: su clarín es el grito que ahuyenta las sombras de la tierra, y aleja las estrellas sin apagarlas, y llena los campos de matices y echa sobre los surcos la alegría fecundante del trabajo: él es quien llama al sol; él, símbolo de toda actividad, es la llave de oro de la vida...

De esta acertada providencia se puede inferir que en el día no será tanto el exceso; pero, cuando esto no suceda, sucede el que el indio que se ahuyenta, dejando a su mujer, o la india que deja a su marido, el que permanece en el pueblo queda sin que jamás pueda tomar estado, aunque haya enviudado; porque, como se ignora dónde se halla el fugitivo, se ignora también si es vivo o muerto, y así no pueden pasar a segundas nupcias, de lo que resulta vivir siempre en continuo amancebamiento, con ruina de sus almas ocasionada de estas deserciones.

Traemos, y no es burla, á la bonanza, Que estaba descuidada oyendo atenta Los discursos de un cierto Sancho Panza. En esto sosegose la tormenta, Volvió tranquilo el mar, serenó el cielo, Que al regañon el zéfiro le ahuyenta. Volvi la vista, y vi en ligero vuelo Una nube romper el aire claro De la color del condensado yelo. O marabilla nueva! ó caso raro!

Un ruido que se oye detrás de la escena, ahuyenta á las dos sombras: llega Filipo, el padre de Eugenia; nota que su hija tiene un libro cristiano ante los ojos, y se llena de cólera, porque es celoso perseguidor de la nueva secta.

La brusquedad no retiene: ahuyenta. Cuanto más tarde llegue Daniel, más tierna y más solícita debes ser con él. No hay mejor apoyo para la mujer que la propia blandura de su corazón. Esto, que parece nuestra debilidad, es nuestra fuerza. Un día Daniel reconocerá que obra mal: le remorderá la conciencia, y el grato recuerdo de tu bondad le arrancará del Jockey Club.

, en eso está el escollo murmuró el joven oficial. Lo que atrae a los unos ahuyenta a los otros. ¿Por qué? ¿No ha pensado usted nunca en eso, miss Darling? Porque esa duda cruel que envenena su vida de usted, sería más cruel todavía para los que creyeran leerla en sus ojos amándola sinceramente. Es verdad, no es fácil obligar a un alma orgullosa.