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Actualizado: 29 de junio de 2025
Ella dijo: «¿No parece una acuarela?» Yo aprobé, y luego añadí: «En esto hay tanta belleza como cuando el sol resplandece.» Seguí hablando. Agregué que una luz interior iluminaba mi vida entera, que mis ojos no veían ya por todas partes más que formas de la belleza. Su pálida hermosura era en este momento maravillosa, parecía reflejar toda la palidez de la Naturaleza que nos rodeaba.
A veces, mientras Leto examinaba una, teniéndola cogida con las dos manos, Nieves metía entre ellas otra suya, blanca, torneadita y olorosa, para poner el índice primoroso encima del objeto censurado; y entonces Leto perdía de vista la acuarela, porque los ojos se le iban detrás de la mano, y la atención y hasta el olfato... a don Adrián y al comandante les parecían inmejorables las pinturas, y así lo declaraban; y don Alejandro, mal avenido con las sinceridades de su hija, quería desautorizarlas explicando cómos y por qués... En cuanto a Leto, no pudiendo concebir que de aquellas manos tan bonitas salieran obras imperfectas, todo lo hallaba superior, y así lo daba a entender como podía.
Al atravesar la sala aspiré con delicia el aroma de las flores que se morían en el tazón de Sévres; el piano de Gabriela me pareció como todos los pianos; los pinceles esparcidos en la mesa de trabajo, junto a la acuarela principiada, nada me dijeron de la rubia señorita. Dormí tranquilamente. Así deben dormir los que tienen una buena conciencia. ¡Valiente fiesta!
Varias veces me llamó la señorita para enseñarme sus dibujos, y una linda acuarela, pintada en obsequio mío: un ramo de violetas puesto en una copa de cristal, y tardé en acudir a su llamado.
Palabra del Dia
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