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Actualizado: 5 de junio de 2025
Nosotros recordamos con un poco de estupor los preceptos artísticos de D. Alberto Lista, a los cuales ciñóse estrictamente, tal vez sólo por devoción personal al maestro, hasta en las postreras regias salutaciones que trazó su mano senil venerable.
42 Y el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, 44 Así que David le llama Señor; ¿cómo pues es su hijo? 45 Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos: 46 Guardaos de los escribas, que quieren andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
Recuerdo que este fue el tema de mi respuesta a las salutaciones corteses de los dos caballeros; pero no lo que dije. De lo que estoy seguro es de haberlo dicho muy mal. Valga la verdad. Así llegaba él, con la cara echando lumbres y los labios contraídos entre las barbas erizadas y los bigotes con carámbanos.
5 Antes, todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres; porque ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; 6 y aman el primer lugar en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas; 7 y las salutaciones en las plazas, y ser llamados por los hombres Rabí, Rabí.
Que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas. 44 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! 45 Y respondiendo uno de los doctores de la ley, le dice: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros. 46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros también, doctores de la ley!
Antes todas šus obras hazen para šer mirados de los hombres: porÿ enšanchan šus philackterias, y eštienden los fluecos de šus mantos: Y aman los primeros aššientos en las cenas, y las primeras šillas en las šynogas: Y las šalutaciones en las plaças, y šer llamados de los hombres, Rabbi, Rabbi.
Cuando estaba ya en los postres le anunciaron al guarda general: un muchacho lleno de obsequiosidad y balbuciente, que se confundía en salutaciones y no osaba sentarse, tanto le intimidaba la presencia del inspector general.
Chisco y Pito Salces ayudaban a desmontar a los que no traían espolique, que eran los más, y se apoderaban de sus caballos; Neluco y don Pedro Nolasco les salían al encuentro en la escalera y me los presentaban a mí después a la puerta de la salona, desde donde los conducía a mi gabinete, que había vuelto a ser, por aquel día, estrado o sala de honor, y en cuya mesa de centro había un agasajo de vinos generosos y bizcochos de soletilla, con el cual los brindaba tan pronto como concluían las salutaciones y cortesías de rúbrica, sin perjuicio de que llegaran luego Mari Pepa o su hija, muy vestidas y aderezadas ya de día de fiesta, aunque luctuosa, a ofrecerles algo de mayor sustancia, por si estaban en ayunas, como leche, caldo o chocolate... o magras de jamón con huevos estrellados; pero todos optaban por la copeja de vino con bizcochos, «reservándose para después...». «Después» era la comida del mediodía, terminados los funerales.
Palabra del Dia
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