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Actualizado: 1 de junio de 2025


En Granada apenas habeis admirado mas que el genio de los árabes: no habeis penetrado en el seno de ninguna de esas catedrales góticas en cuyas altas y oscuras bóvedas se pierden las miradas del hombre, ni atravesado el umbral de ninguna de esas capillas bizantinas creadas por la sombría imaginacion del sacerdote; no habeis recorrido en silencio ruinas de pueblos sepultados bajo sus escombros, no habeis encontrado monumentos donde os fuese licito evocar el espectro de esos temidos héroes del Imperio, cuyas figuras se destacan brillantemente sobre las nieblas de tan remotos siglos.

Y cuentan las historias árabes que habiendo cundido la asoladora plaga por todo el norte del Andalús, solo Toledo y Medinaceli se libraron de la ruina, quedando tan despoblada la provincia, que podia un viajero andar por ella á caballo dos meses seguidos sin encontrar alma viviente.

Los árabes, sin recelo de un barco en que está arbolada la bandera de Granada, del rey en prenda y señal, á Aben Jucef se adelantan y en paz le tienden la mano, como á un cariñoso hermano de igual raza y ley igual.

Vivían confundidos cristianos y musulmanes, árabes puros, sirios, egipcios, mauritanos, judíos de tradición hispánica y judíos de Oriente, dando lugar a los cruzamientos y mesticismos de mozárabes, mudejares, muladíes y hebraizantes.

Cuando los árabes se apoderaron del Egipto, la civilización no se eclipsó ni retrocedió, y el cultivo de la planta de que se saca el papiro y la fabricación del papiro tomaron mayor incremento, proporcionando al Egipto prosperidad y riqueza.

Allá, entre las palmeras, brilla, blanco y como de encaje, el minarete del palacio de arquerías de Argel, por donde andan, como reyes presos, los árabes hermosos y callados.

La proa era para «los latinos»: españoles, italianos, portugueses, franceses, árabes, judíos del Mediodía y hasta egipcios. Nadie podía adivinar el latinismo de estas últimas gentes; pero así los había encasillado la comisaría.

Cerca de aquel modesto santuario había un rico manantial, conocido por la Fuente-Santa, nombre que debió á la catástrofe ocurrida á catorce Obispos que, refugiados en la dicha ermita cuando la invasión de los árabes, fueron descubiertos por éstos y degollados bárbaramente sobre el cristalino manantial, rojo luego con la sangre de aquellos ilustres mártires .

Gerif, aunque de intento no apremiaba en nada a María por los amores de Muley, con todo ello bien la demostraba el placer que habría viendo así unidos los últimos vástagos de los Granadas, como decían los cristianos, o de los Benezeritas, según los genealogistas árabes.

Esa ciudad que miro cercada de viejos muros y torreones ¿será tal vez solo el sepulcro en que dormirá Granada? ¿será quizás solo una sombra de la espléndida corte de los árabes?

Palabra del Dia

vorsado

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