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Así es como la saliva es algunas veces ácida y el sudor alcalino, lo cual es lo contrario del estado normal.

Pero Madame no les oye, ocupada en depositar dos besos sonoros en las mejillas del artillero, brillantes y ennegrecidas por la grasa de los engranajes. «Toma...tomaSe aleja el automóvil y se deshacen los grupos. Las pezuñitas de terciopelo vuelven hacia el banco. Una de ellas cojea dolorosamente. Siento la tentación de besar también, de besar á la muchacha ácida; pero me inspira miedo.

Los que ocupan el resto del banco dormitan con la cabeza baja ó sueñan despiertos contemplando el cielo. La burguesa, al hablar, gratifica á la muchacha ácida con un solemne Madame. Hace un mes habría abandonado el asiento, á pesar de su cansancio, para evitarse tal vecindad. ¡Pero ahora!... La inquietud nos ha hecho á todos bien educados y tolerantes.

Se adivina que es una mujer ácida, de las que «hacen historias» á los amigos; una especie de calamar amoroso, que esparce en torno la amarga tinta de su mal carácter. Conversa con una respetable matrona que vuelve llorosa de la estación de despedir á su hijo, que es soldado. Junto á ella está una hija de catorce años, mirando á la vecina con ojos curiosos y admirativos.

Luego se han visto en París, aturdidos por la muchedumbre y por la noche, desamparados, no sabiendo cómo seguir su camino. Valor, mi hombre repite la esposa. Pero tiene que olvidarse de su compañero para dar gracias, con una cortesía de otros tiempos, á alguien que le toma la maleta é intenta levantar al viejo. Es la muchacha ácida, que da órdenes y empuja con irresistible autoridad.