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¡Lo ve usted, condesa! exclamó Salabert en tono triunfal dirigiéndose a la condesa de la Cebal . Cuando tienen humor para cantar, no serán tan desgraciados como usted supone. La condesa calló un instante, y dijo al cabo sonriendo tristemente: La copla no es muy alegre, duque. Esto se hablaba en el compartimiento superior.

Pero duque, ¿cómo quiere usted que ahorren con una o dos pesetas de jornal? se atrevió a apuntar la condesa de la Cebal. Perfectamente, condesa. Dos pesetas para un obrero son lo mismo que dos mil para usted. ¿No puede usted separar algo de las dos mil? Pues ellos pueden de igual modo separar algo de las dos. Considere usted que se trata de quince céntimos, de diez ... aunque sean cinco céntimos.

¡Oh! ¡oh! ¡oh! exclamó el duque soltando una sonora y bárbara carcajada como las de los héroes de la Iliada . ¿Y por qué no les hemos de traer a Gayarre y a la Tosti para recrearles por las noches? Deben ser muy aburridas aquí las noches. Las damas sonrieron avergonzadas. Vamos, duque, no bromee usted, que la cosa es seria dijo la condesa de la Cebal.

El ingeniero asintió con la cabeza, sonriendo también con galantería. Además es necesario, duque, que los operarios trabajen menos horas dijo la condesa de la Cebal. Y que se les aumenten los jornales manifestó Lola Madariaga. Y que se hagan casas para ellos en Villalegre añadió la marquesa de Fonfría.