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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Y ši dixeremos, De los hõbres, tememos el vulgo: porque todos tienen
Si fuese Dios, te diera los espacios, Y las nubes de grana y de topacios, Esos astros que pueblan los confines, Y el coro de celestes serafines, El mar, la luz, del cielo el embeleso, Tan solo por un beso! Voga, voga con ánimo valiente Empuñando el timon con firme mano, Y no te arredre ese murmullo vano Del vulgo necio y del motin rugiente.
Ya se ve, que hombres muy críticos, y desengañados de estas cosas, suelen citar tambien muchos Autores para probar una opinion; pero tal vez se ven obligados á hacerlo así, porque no son estimados los escritos donde falta esto, y harán juicio que es preciso algunas veces no filosofar contra el vulgo.
Pero estas son novelerias inventadas por el vulgo, no obstante que el sabio rei don Alfonso X las estampase en la crónica general de España entre otras consejas de la plebe que afean obra de estilo tan levantado i de tanto mérito.
Palabras que dijo el señor Custodio por boca de Ben Zayb, periódico El Grito de la Integridad, artículo segundo, tontería ciento cincuenta y siete.» «¡Queridos hermanos en Jesucristo! «¡El mal sopla su impuro aliento sobre las verdes costas de la Frailandia, vulgo Archipiélago filipino!
Con dificultad se encuentran hombres tan amantes de la verdad, que por ella desprecien su propia gloria, su estimacion y sus conveniencias; y como estas cosas en cada siglo dependen de cierto rumbo, estilo, y dominacion de estudios que hacen su caracter, de ahí nace que allá se vayan no solo el vulgo de los literatos, sino tambien muchos de los que pueden levantarse en su modo de filosofar mas allá que el comun de ellos.
Así, con infalible acierto, empleó las palabras de nuestro hermoso idioma, sin adorno, sin artificio, conforme las había oído en boca del vulgo, en explicar lo más delicado y oscuro de la mente; en mostrarnos, con poderosa magia, el mundo interior, el cielo empíreo, lo infinito y lo eterno, que están en el abismo del alma humana, donde el mismo Dios vive.
Me llamo, pues, Fígaro; suelo hallarme en todas partes; tirando siempre de la manta y sacando a la luz del día defectillos leves de ignorantes y maliciosos; y por haber dado en la gracia de ser ingenuo y decir a todo trance mi sentir, me llaman por todas partes mordaz y satírico; todo porque no quiero imitar al vulgo de las gentes que, o no dicen lo que piensan, o piensan demasiado lo que dicen.
Es la verdad, señor conde repuso Amaury, con grave acento que yo creía ser el único conocedor de todas esas inconveniencias; pero, según veo, estaba equivocado. Siendo así, ya comprenderá usted, querido Leoville, que por más que la honra, de Antoñita está a cubierto de toda sospecha y no habrá de sufrir menoscabo por lo que el vulgo pueda suponer, acaso sería conveniente...
Así que no está la falta en el vulgo, que pide disparates, sino en aquellos que no saben representar otra cosa.
Palabra del Dia
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