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Actualizado: 19 de mayo de 2025
que no valían un reale; debajo llevaba otra que valía una ciudade.» Juanita, al citar estos versos y al aplicárselos, se olvidaba de sus melancolías y soltaba una carcajada. ¿De qué te ríes, niña? le dijo una vez su madre . Pues no es cosa de risa lo que nos está sucediendo. Sí, mamá; es cosa de risa. Mejor es reír que rabiar.
Y lo afirmaba de buena fe, despreciando como insignificante la diferencia de sexos, no dando ningún valor a la fealdad picante de sus primas, creyendo que su fortuna era debida a la habilidad en el cante, para el cual, la pobresita de su mare, su prima Mari-Cruz y él, valían mucho más que todas las Alcaparronas que andaban por el mundo.
Era por entonces alcalde de la Justicia don Cándido de Molina y Sotomayor, hombre grave y que gozaba fama de severo, con quien no valían chanzas y á quien, con razón, temía la gente maleante y cuantos tenían cuentas pendientes con la casa de la plaza de San Francisco.
Y tengo reparado que las cosas que una vez me interesan, tarde o jamás se me olvidan; por lo tanto nunca las apunté; y las que no me interesaron, siempre juzgué que no valían la pena de apuntarlas. Por otra parte, de diez cosas que en la vida suceden, las nueve son malas, sin que esto sea decir que la otra sea enteramente buena.
Se notaba en sus palabras, en las imágenes con que pretendía expresar el entusiasmo por su propio cuerpo. El orgullo de su belleza era inmenso. ¿Qué valían las ambiciones perseguidas por los hombres, comparadas con la satisfacción de verse hermosa y deseada?
Los hombres valían de mil pesetas hasta cinco mil; los niños, veinticinco duros antes de bautizar y cincuenta después; las mujeres se vendían a precios convencionales. Zaldumbide no regateaba fusiles ni pólvora para adquirir un buen género. A él no le daban un anciano venerable por un hombre joven, aunque estuviese teñido, ni un hombre con una hernia por un individuo bien organizado.
La duquesa miró a su salvadora con los ojos nublados de lágrimas, y Manuela siguió mientras pudo al lado del coche, diciendo, trémula de gozo: ¡Adiós, señora! ¡Qué lejos que estamos ya los pobres y los ricos! ¡Cuánto más valían aquellas buhardillas cuando vivíamos unos cerca de otros pa conocernos y querernos!
Habló después de las primas de la calle de Fuencarral; una era muy bonita, la otra graciosa solamente: las dos tenían novio, pero no valían cuatro cuartos: chiquillos que todavía estudiaban en el Instituto. Tenían, además, un hermano, que era el primo que había sido su novio; éste ya era bachiller y se estaba preparando para entrar en el colegio de Artillería.
Mas allá está la torre de sencillas formas, pintada en su exterior con frescos que representan la historia de Guillermo. La calle estaba solitaria, y los tres monumentos nada valian á nuestros ojos como obras de arte, ni nos recordaban una epopeya que pudiera interesarnos personalmente. Y sinembargo nos sentímos profundamente conmovidos.
Ellos, arañando la tierra, sudando en sus surcos, dejando en sus entrañas lo mejor de su existencia, producían este líquido de oro; y los poderosos se valían de él para embriagarlos, para mantenerles como encantados en una falsa alegría.
Palabra del Dia
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