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El carácter violento del joven guerrero, que no puede acomodarse á este género de vida, está trazado de mano maestra. Su madre le enseña una fórmula de cortesía propia de señoras, y él se inclina como lo hacen los soldados.

Un San Cristóbal gigantesco, mal trazado y de peor color que dibujo, guardaba la puerta de entrada, en cuyo dintel dormitaba con la mayor vigilancia un familiar dispuesto a troncharse el espinazo cada vez que Su Ilustrísima pasaba por allí.

Se replicará acaso que la poesía española había llegado al término de su carrera; que, dentro ya del círculo trazado, no era posible variación alguna, y que el pueblo, sumido en un profundo letargo, aun sin el influjo de esa circunstancia desfavorable, no se encontraba en estado de producir por nuevas y poderosas creaciones dramáticas.

Después del suceso últimamente referido, las relaciones entre Dimmesdale y el médico, aunque en apariencia las mismas, eran en realidad de un carácter distinto al que habían tenido antes. El médico veía ahora una senda bien sencilla que seguir, aunque no precisamente la que él se había trazado.

En todas estas circunstancias no debe haber tumefacciones sero-subcutáneas, y el estado moral y físico del enfermo debe reunir la mayor analogía posible con el cuadro que de este medicamento dejamos trazado.

Hay santuario de estos que está en la cumbre de una elevadísima sierra, y con todo, no faltan aún mujeres delicadas que suben allí con los pies descalzos, hiriéndoselos con abrojos, espinas y piedras, por el pendiente y mal trazado sendero. La vida de aquí tiene cierto encanto. Para quien no sueña con la gloria, para quien nada ambiciona, comprendo que sea muy descansada y dulce vida.

Justamente... sanseacabó. Bajaron con todo sosiego al valle por un camino estrecho, trazado en zig-zag. La casa rectoral era la primera del pueblo, alejada buen trecho de las otras. Delante de ella se detuvieron.

Todos nos mirábamos, sorprendidos ante el pintoresco cuadro que en un periquete habia trazado aquel maestro incomparable. «El joven pobre que ha puesto usted en la buhardilla, donde está muy retebién, le figuraría yo un hidalgo de provincias, sin blanca y con malísima estrella.

Doña Luz, trazado así con firmeza y por su propia mano el porvenir de su vida, no veía en su alma sino motivos de satisfacción y de contento. Su ser íntimo florecía. El dulce anhelo de ser esposa y madre la conmovía con presentimientos de inefable ternura.

Si no fuera prometido de María Teresa, le habría agradado buscar la compañía de aquella joven yanki. Se decía que era muy rica; pero, aparte de esta cualidad esencial para él, era protestante y de familia desconocida y no respondía mucho a la segunda parte del programa trazado por la señora Martholl, que no aceptaría jamás a aquella nuera de ultramar.