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La reunión se preparó á gozar de la disputa, como siempre. Vamos, tío, usté tiene gana de guasa. No, hijo, lo que tengo gana es de vino. Pues yo ya le he pagado á usté bastante esta noche. ¡Ay, qué gracia, que me ha pagado bastante!... ¡Pues yo á ti no!... Niño, tráete más vino para este gallego... ¡Tío! No me insulte, que le falto á usté al respeto.

Niño, tráete la mía gritó reciamente el señor Rafael al criadillo. No tardó éste en presentarse con otra batea de cañas. El señor Rafael era un viejo de fuerte complexión, seco, moreno, con los cabellos blancos, pero sin faltarle uno solo, vivo de ojos y suelto de ademanes, como un chico de veinte años.

Entre tanto, la tía María decía a Momo: Menéate, ves al lugar y tráeme un jamón de en casa del Serrano, que me hará el favor de dártelo añejo, en sabiendo que es para un enfermo; tráete una libra de azúcar y una cuarta de almendras. ¡Eche usted y no se derrame! exclamó Momo , y eso, ¿piensa usted que me lo den fiado, o por mi buena cara?

En aquellos largos días de verano, D. Francisco, que no podía leer ni trabajar ni ocuparse en nada, se hubiera aburrido de lo lindo, si no tuviese el recurso de jugar con su hija a revolver, ordenar y distribuir cosillas. «Ángel decía después de dormir su siesta , tráete las cajitas y nos entretendremos». Los dos en Gasparini, sin testigos, se pasaban toda la tarde sentados en el suelo, sacando los objetos y clasificándolos, para volver a guardarlos después con mucho cuidado. «Algunas de estas cosas servirán todavía decía el economista . Pongamos los huesos de albaricoque juntitos aquí.