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Actualizado: 27 de junio de 2025
Mi madre, que desde el principio que le hablé de Mary sintió por ella antipatía, se informó, y obtuvo malos informes; según le dijo una mujer de Izarte, la chica llevaba una vida salvaje, corría por las peñas, andaba tirando piedras, y muchas veces había ido con la hija del torrero, una muchacha igualmente salvaje, a pescar calamares.
Mary me miró, para ver, sin duda, el efecto que me hacían los exabruptos de su amiga. La casa del torrero y el faro formaban un solo edificio, asentado sobre una plataforma cortada en las rocas. Bajamos a la vivienda por una escalera estrecha y entramos por un corredor con puertas a los lados. Una porción de chiquillos, que andaban chillando y riñendo, se nos acercaron.
Me explicó cómo se la amputaron, a consecuencia de haberle destrozado el pie una barrica, y no supe si horrorizarme o reírme cuando contaba que al operarle, como el muñón que le quedaba se le gangrenaba, le tuvieron que cortar la pierna dos o tres veces en rodajas, como si fuera una merluza. Al día siguiente, en la relojería, me enteré de la vida del torrero y de su gran odio.
Si quieren ustedes, las acompañaré. Bueno. Pasamos los tres por el arenal y salimos a la punta del Faro. Me chocó que Mary hablase el vascuence tan bien. Parecía una aldeana que no hubiese salido del pueblo. Nos acercamos a la casa del torrero; de pronto Quenoveva comenzó a gritar como un hombre, y corrió a la barandilla del faro, donde había visto a uno de sus hermanos inclinado hacia afuera.
En un cuarto de hora Muñoz Torrero había lanzado a la faz de la nación el programa del nuevo gobierno, y la esencia de las nuevas ideas. Cuando la última palabra expiró en sus labios, y se sentó recibiendo las felicitaciones y los aplausos de las tribunas, el siglo décimo octavo había concluido.
A pesar de todo, mi vista se acostumbraba poco a poco a ello, concluyendo yo por sentarme al pie mismo de la lámpara, junto al torrero que leía su Plutarco en alta voz, por temor a dormirse. Allá fuera, la obscuridad, el abismo. En el balconcillo que circunda a la vidriera, el viento corre aullando como un loco. Cruje el faro, la mar brama.
Palabra del Dia
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