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Actualizado: 8 de julio de 2025


Por grandes que fueron las precauciones tomadas para no hacer ruido de dinero al contar veinte duros en plata, algún leve tin tin hubo de vibrar en la habitación y extenderse por la casa en ondas tenues hasta llegar al sutil oído de Bringas.

Y luego insistiendo ella en llevar adelante el chistoso papel que estaba desempeñando, llegose a Inés, que también se moría de risa, y le dijo: ¡Ola, madama! ¿Cómo la porta bu...? ¿Ha visto bu a la condesa? ¡Qué magnífico ha estado el concierto y la ópera de Mitrídates! ¡Oh!, madama... andiamo a tocare il forte piano... Aquí viene il maestro siñor D. Paquitini... tan, taralá, tan tin, tan.

Con esta ilusión se durmieron ambas, y en sueños seguían oyendo el tin, tin... La casa era como un inmenso cuerpo, y sudaba, y por cada uno de sus infinitos poros soltaba una onza, o centén, o monedita de veintiuno y cuartillo.

Ahora recuerdo que el tin, como si un casquillo saltara en el momento del golpe y fuera a chocar disparado con el frasco de ioduro. En el suelo quizás... ¡y mi tía barre todos los días!... ¡Cómo me mira!

Ven, ven... Señor Pepe te ha hecho los gatillos... le vi esta mañana en la fragua, machacando, tin, tan... Mauricia, amiga de mi alma, ven y las dos juntas nos contaremos nuestras penas, hablaremos de cuando nos querían nuestros hombres, y de lo que nos decían cuando nos arrullaban, y luego beberemos aguardiente las dos, porque yo también quiero el aguardientito, como , que estás en la gloria, y lo beberé contigo para que se me duerman mis penas, , para que se me emborrachen mis penas».

Pero Cristeta no era groseramente materialista: ¡no! lo que traía lágrimas a sus ojos era la pérdida de las ilusiones, aves misteriosas que anidan en el corazón, donde jamás tornan, si el desengaño las ahuyenta... Tin, tin... Las seis. Ya pasaba gente por la calle.

Palabra del Dia

chapuzones

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