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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Las nueve era la hora señalada para la salida de la luna, la cual nos marcó su influencia con fuertes chubascos del Nordeste. El barómetro señalaba 29,35. En pocas horas había bajado 65 centésimas. La observación del barómetro, la dirección de los chubascos y el cariz en general, nos patentizaban que el destructor tifón pronto nos envolvería en alguno de los anillos de sus espirales zonas.

Las grandes mares que el tifón había dejado á su paso fueron poco á poco aplacándose, cesando la furia del viento á medida que la influencia del fenómeno iba disminuyendo al alejarse de nosotros, siguiendo su destructor derrotero, en el cual había de sembrar ruinas y espantos.

El Comercio no duerme por observar las burbujas del Pasig, La Oceanía mira de reojo á su vecino de enfrente, y el Diario profetiza, por boca de no quién, que el tifón está poco menos que soplando en los aldabones de la puerta de Santa Lucía, y piensas en viajitos por mar. Vaya, vaya, estas malo y tratas de contagiarme. Pero, en fin, ¿me acompañas ó no?

A las seis de la tarde el huracán era deshecho. Su descripción es imposible. La pluma jamás puede llegar á estas manifestaciones de la naturaleza. El que escribe estas líneas ha recorrido muchos mares; le son conocidos los fenómenos marítimos, pero en verdad, ni en su memoria, ni en su imaginación, pudo nunca comprender el espectáculo que en los cielos y en los mares desarrolla un tifón.

Los efectos de este fenómeno duraron mucho tiempo, ofreciendo durante el peligro los habitantes de Rota, que constantemente habían de alumbrar á la Virgen cinco luces, promesa que religiosa y puntualmente se ha venido cumpliendo hasta estos últimos años, en que la furia de un tifón redujo á escombros casi todos los edificios, sumiendo en tal miseria á sus habitantes que ni aun la promesa se cumple en el día, viviendo aquellos en su generalidad, gracias á la prodigalidad de un suelo en que se crían árboles como el del pan y raíces farináceas de gran alimento.

Por todas partes se conservan las huellas del terrible tifón del 25 de Octubre. La proximidad á los altos picachos del Banajao y los vecinos bosques, hacen que raro sea el día que no llueva.

Cada uno ocupó su puesto, reinando un momento de silencio. Después ... después nos persuadimos de que el barco se preparaba á recibir un tifón.

Palabra del Dia

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