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Actualizado: 4 de julio de 2025
»También ha mejorado algo el estilo de nuestros zapateros; pero poca cosa. »Vive todavía Gorrilla el platero, y en su mismo tenducho lóbrego de la Rinconada de la Colegiata. Lo tendrá; pero dudo que lo haya adquirido con el oficio. Es, como ha sido siempre, la encarnación viva de la parsimonia y del bienestar, en la mejor farmacia del mejor de los pueblos del mejor de los mundos posibles.
La «gente bien» son los que tuvieron en Buenos Aires un bisabuelo tendero poco antes de la Independencia, que vendía pañuelos rojos a los indios, paquetes de mate a los blancos, y compraba esclavos negros para revenderlos en el interior. Todas las mejores familias se enorgullecían de poseer un tenducho abierto, gran riqueza para aquellos tiempos de parvedad.
Su tío D. Cayetano Villuendas estaba casado con Eulalia hermana del marqués de Casa-Muñoz, y poseía muchos millones; en cambio, había un Villuendas tabernero y otro que tenía un tenducho de percales y bayetas llamado El Buen Gusto. El parentesco de los Villuendas pobres con los ricos no se veía muy claro; pero parientes eran y muchos de ellos se trataban y se tuteaban.
Cuando Pueyo nos llevaba a los cafés con música y, emocionado por las arias de Marina o de La Bohême, nos confesaba que él también había escrito versos en la juventud... Cuando vendíamos todos los libros y empeñábamos todas las prendas ¡oh, aquella levita suntuosa de Bargiela! , y Antonio Machado, el gran poeta, al recibir un libro nuevo, exclamaba corriendo al tenducho del librero de viejo: Sol de la tarde. ¡Muy bien! ¡Café de la noche!
Ahora se nos presentan algunos ramos que parecen sueltos y no lo están. ¿Pero quién podrá descubrir su misterioso enlace con los revueltos y cruzados vástagos de esta colosal enredadera? ¿Quién puede indagar si Dámaso Trujillo, el que puso en la Plaza Mayor la zapatería Al ramo de azucenas, pertenece al genuino linaje de los Trujillos antes mencionados? ¿Cuál será el averiguador que se lance a poner en claro si el dueño de El Buen gusto, un tenducho de mantas de la calle de la Encomienda, es pariente indudable de los Villuendas ricos?
Tan bien le fue al indino en aquel empeño, que acabada la feria trasladó el tenducho al pueblo y le abrió en un cobertizo que improvisó junto a la iglesia. A creerle por su palabra, él no era traficante por necesidad, sino por lujo.
Le dejé una carta del señor Fernández, en la cual le consultaba no sé qué acerca de las enfermedades de Pepillo, y me fuí en busca de Andrés hacia su tenducho de «La Legalidad». El pobre viejo se olvidó de sus marchantes, saltó por encima del mostrador, y corrió hacia mi, abriendo los brazos.
Palabra del Dia
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