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Artegui se adelantó entonces, y soltó la fórmula sacramental: El señor don Pedro Gonzalvo, la señora de Miranda. Miranda.... , , lo he visto, lo he visto abajo escrito en la tablilla también... conozco un Miranda que se habrá casado estos días... solterón, solterón.... ¿Don Aurelio? preguntó Lucía a pesar suyo. Justo.... Le trato mucho, mucho. Es mi marido murmuró ella.

Para que se cotejen las épocas, y la duracion respectiva de estos reconocimientos, las reasumiremos en la siguiente tablilla. EMPEZÓ. SE ACABÓ. DURÓ. El viage de | | Morillo el 17 de Noviembre de 1780|el 16 de Febrero de 1781 |25 dias | | útiles.

La más triste cosa del mundo era para la madre aquel pavo con patas de alambre clavadas en tablilla de barro, y que en sus frecuentes cambios de postura había perdido el pico y el moco. Aquélla estaba traspasada de dolor; en éste, el dolor se agravaba con un remordimiento agudísimo.

Dejando á ambos lados del camino umbrosos cocales recargados de fruto, pasamos el pequeño puente de la Ese así llamado por su configuración que lo asemeja á dicha letra y dimos vistas á Tayabas, á cuyo bantayán llegamos de una trotada. El poste telegráfico que se eleva en la afuera del pueblo, marca en una tablilla el km. 146, cifra que representa la distancia que separa á Tayabas de Manila.

Pero sus ojos se fijaban tenazmente en unas tumbas sin coronas ni banderas, simples cruces con una tablilla de breve inscripción. Eran sepulturas alemanas, que parecían formar página aparte en el libro de la muerte. A un lado, en las innumerables tumbas francesas, inscripciones de poca cuantía, números simples: uno, dos, tres muertos.

Cubríala un mantel blanquísimo y fino, pero demasiado raído por el uso; y se conocía por el tamaño, por el peso y por la forma, que también eran de abolengo los cubiertos y dos cucharones de plata que brillaban sobre el mantel, a la luz de un velón de cuatro mecheros que pendía de una tablilla, clavada por un extremo en una vigueta del techo.

Era el lugar de conversación un colgadizo espacioso, de tablilla bruñida el pavimento: la baranda como toda la casa, de madera abierta en tres lados para las tres escalerillas que llevaban al jardín que había al frente de la casa. Estaba el colgadizo siempre en sombra, porque lo vestía de verdor una enredadera copiosísima, esmaltada de trecho en trecho por unos ramos de florecitas rojas.