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Actualizado: 2 de junio de 2025


Era de observarse en aquel momento la cara de mi viejo camarada; la cómica solemnidad que se esforzaba por mantener le daba un aire mefistofélico. Mi tío lo miraba sin comprenderlo, pero era bastante suspicaz para explicarse que don Benito no estaba tan desolado como lo exigían las circunstancias. Yo estaba esperando la palabra burlona del viejo solterón y no se hizo esperar.

Porque temeroso este de que algún ánimo suspicaz pusiese en duda lo auténtico de la presea, apresuróse antes de presentarla a la veneración pública a frotar la suela sobre el pavimento, a fin de que apareciese usada, y a desvirtuar con ricas esencias aquel importuno hedor a zapato nuevo que la noche antes había despertado en sus narices dudas tan peligrosas.

A la vuelta dimos un paseo por la calle Ancha y la plaza de Mina, y volvimos a casa. El encuentro con don Matías me preocupaba. Aquella estúpida insinuación del señor Cepeda de que se burlarían de me intranquilizaba. Era muy suspicaz, como todos los hombres tímidos, y estaba siempre en guardia, creyendo ver ofensas en cualquier cosa.

Otros, más ásperos de alma, empezaban a mirarse con recelo y suspicaz vigilancia, temiendo una mutua traición en el negocio que aún estaba por venir. La riqueza achica los corazones y los endurece.

Todo inútil: á la primera ocasión, Talín se mostraba igualmente suspicaz y grosero. Pues ahora caminaba delante con las orejas hacia atrás y el rabo tieso, mirando á menudo á su amo con ojos donde á la alegría natural que le producían las excursiones se juntaba cierta extraña inquietud. Lo mismo le acaecía siempre que á su amo se le antojaba ir á Villoria. Y había motivo para ello.

Nieves no se hizo esperar mucho; y cuando apareció a la puerta del comedor poniéndose los guantes y con el sombrerillo algo caído sobre los ojos, muy ajustadito el talle y con un clavel en la boca, su padre la vio un instante con el mismo ojo suspicaz y alarmista que en la memorable ocasión de presentársele en Sevilla, recién vestida para ir a retratarse.

¡Aquí dice secreto de Estado! dijo sin intención el joven. Pero en aquellas palabras el suspicaz Montiño vió una intención marcada, más que una intención: una explicación completa; su sobrino creció para él de una manera enorme, creyóse relegado al silencio, dominado, convertido en un ser inferior á su sobrino. Y no, no creas dijo que yo pretendo saber tu secreto.

Palabra del Dia

rigoleto

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