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Actualizado: 12 de septiembre de 2025


Ennegrecidas y sudorosas las piedras por la humedad, brillaban cual si fuesen bloques metálicos. La vegetación tropical movía las anchas manos de sus hojas goteantes. Hundíase la cascada en una pequeña laguna, corriendo después, espumosa y susurrante, por los pendientes canalizos entre las peñas.

Luego un caballero en quien don Juan se reconocía, salía precipitadamente de un palco proscenio, bajaba una escalera ancha, atravesaba un patio, subía otra escalera muy estrecha, cruzaba un pasillo lleno de mujeres, unas sudorosas, otras tiritando, todas casi desnudas, y sin hacer caso de ellas ni de sus dicharachos y sus risas, se detenía ante una puerta, sobre la cual estaba escrito este letrero: Señorita Moreruela.

Oíase el jadear de los fuelles y el repique de las bigornias. Por momentos un hombre casi desnudo bajo el chamuscado mandil, abriendo el portillo de un horno, que reflejaba en sus carnes sudorosas resplandores de infierno, arrojaba el puñado de arena o asía con las tenazas algún trozo de armadura, que semejaba la corteza de algún fruto rojo y fantástico.

Los hombres respiraban unos momentos en la cubierta y encendían un cigarro antes de ir a despojarse de las prendas negras. Sonó de nuevo el repiqueteo de la campanilla y corrió Isidro a mirar por las ventanas. ¡Otra más!... Era su amigo don José, que, cubriéndose con las vestiduras sudorosas de sus antecesores, iba a decir la tercera misa ayudado por don Carmelo.

La marquesa se adelantó entonces, y sin asco ni temor apretó entre las dos suyas aquellas manos sudorosas. ¡María!... ¡María!... exclamaba Diógenes. ¿Qué es eso, Perico?... ¿Qué es eso, hombre? decía ella dulcemente, inclinando su rostro lleno de lágrimas sobre el desencajado del viejo.

Las desmelenadas walkyrias, vírgenes sudorosas y oliendo á potro, empezaban á galopar de nube en nube, azuzando á los hombres con aullidos, para llevarse los cadáveres, doblados como alforjas, sobre las ancas de sus rocines voladores. La religiosidad germánica continuó el ruso es la negación del cristianismo. Para ella, los hombres no son iguales ante Dios.

Palabra del Dia

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