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Actualizado: 2 de junio de 2025


Á pesar de esto no se notó que huyera las ocasiones de acompañarla; antes al contrario, parecía que las solicitaba. Mas, una vez á su lado, dejaba pasar las horas sin despegar los labios, apresurándose á cumplir sus órdenes más insignificantes. La timidez del mayordomo no era en verdad de la misma índole que antes. Había en ella más idolatría á la mujer que respeto á la señora.

En aquel momento solicitaba su mano un conde del país, de una palidez aceitunada y ojos de brasa, el cual permanecía días enteros en el salón de espera del hotel, lo mismo que un empleado de agencia de viajes, para acompañarla en todas sus salidas. Mina era la vigésima millonaria americana á la que pretendía elevar, ofreciéndole su corona condal.

Allí tenía almacenados todos los datos estadísticos sobre el costo de la alimentación del gigante. Leerlos equivalía á apoyar al gobierno, que solicitaba precisamente la destrucción del coloso por razones económicas.

Ella sentía crecer en su corazón un vago remordimiento al pensar en el mezquino móvil que la había impulsado a realizar aquel acto tan grave. Estaba confusa y asustada de su decisión. Huberto temía casi un arrepentimiento de la joven, no explicándose bien cómo un incidente tan fútil, frisando en lo ridículo, había provocado bruscamente la declaración que él solicitaba.

Y lo cierto era que si en el cuerpo no se notaban cosa mayor los milagros de la panacea que con tanto afán solicitaba el enfermo, los hacía en su espíritu muy considerables.

Inútil es decir que la pretensión de Benina cayó en aquella obcecada familia como una bomba, y que el primer impulso de todos fue negarle en absoluto la participación que solicitaba, pues ello equivalía a regalarle montones de dinero. Picose la mendiga, diciéndoles que no le faltaban tres pesetas para tirarlas en un decimito, todo para ella, y este golpe de audacia produjo su efecto.

¿Acaso conocía al que solicitaba unirse a ella? Cierto es que dos meses de intimidad en el mar, ayudan a formar opinión sobre las personas.

Leían el memorial, o al menos pasaban la vista por él. ¿Quién sabe si accederían a lo que en él con formas tan respetuosas y sentimentales se solicitaba? Así como es propio del pueblo la ofensa, propio y digno de los reyes es el perdón. ¡El perdón!

Quién solicitaba humildemente la honra de tener por su abanico, quién extendía la levita sobre la yerba para que se sentase; los unos corrían a buscarle un vaso de agua cuando tenía sed y se lo presentaban con azucarillo y gotas de azahar, o con anís o con jarabe de grosella, para que eligiese; los otros se consideraban felices con que de lejos les enviase una ligera sonrisa.

Su responsabilidad sería objeto de otro discurso. Lo que él solicitaba, como patriota, era que cesase cuanto antes el escándalo y el peligro para las buenas costumbres que significaba el modo de vestir del gigante.

Palabra del Dia

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