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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Porque ejercían indecible fascinación sobre el observador aquellas cejas rectas y prominentes, los ojos grandes y febriles, escondidos como en acecho bajo la concavidad frontal, la pupila inquieta y ávida, mucho hueso en los pómulos, poca carne en las mejillas, la quijada robusta, la nariz romana, la boca acentuada terminando en flexiones enérgicas, y la expresión, en fin, soñadora y melancólica.

Doña Luz no era una soñadora mística; distaba infinito de vivir en continuo arrobo; veía, comprendía y apreciaba cuanto ocurría en torno de ella en el mundo real; pero los lances y sucesos de Villafría la interesaban menos, aunque los veía de cerca, que los lances y sucesos que las historias y novelas relataban, que la poesía acertaba a presentarle o que ella misma fantaseaba en ocasiones.

y ante las tristes y sentimentales su alma soñadora se arrebuja en un manto rosado de ideales. Como un vencedor ávido de exterminio y de ensaño en mi frente ha plantado su bandera el hastío. En prados luminosos va a pacer el rebaño de ilusiones que han hecho en mi alma el vacío.

La dulce gravedad habitual en la niña le había engañado, porque aquella dulzura triste ya no era sólo espejo de un alma sensible y soñadora, sino que era también señuelo y transfloración de un alma dolorida. La niña había espigado mucho; su belleza, ya potente, se acentuaba con una encantadora delicadeza de líneas.

Sentada lánguidamente en un gran sillón, los brazos colgando, la cabellera suelta, dejaba errar sus ojos melancólicos, y Soñadora, miraba vagamente hacia el espacio. Buenos días, señora dijo el doctor . Puede usted sentarse a su comodidad, soy yo. Se levantó sobresaltada, corrió a él y le dijo: ¡Es usted, amigo mío!

Ahora todo ha cambiado; no hay sueños para el alma; la frente, antes soñadora, tiene ya la palidez del primer dolor; ya probé las amarguras de la vida, y que sus dejos se quedan en los labios para siempre.

Hay en su aspecto, en su ademán y en todo él una majestad y un brío reposado que están muy por cima de la intranquilidad y de la petulante inconsistencia de la primera juventud. En fin, ¿para qué buscar aquí los motivos? Bástete saber que te encontré muy de mi gusto, y que aquella noche volví a casa harto imaginativa y soñadora.

Don Fermín había procurado asegurar en ella el temor de Dios y de la Iglesia, la espiritualidad vaga y soñadora.... Pero de los dogmas había hablado poco. Ana estaba sintiendo que la fantasía había tenido en su piedad más influencia de la que conviniera para la solidez de aquel edificio.

Palabra del Dia

hociquea

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