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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Desdobláronse silenciosamente las servilletas, nuevas a la verdad, porque tampoco eran muebles en uso para todos los días, y fueron izadas por todos aquellos buenos señores a los ojales de sus fraques, como cuerpos intermedios entre las salsas y las solapas.
Sobre la cubierta de mármol blanco de la cómoda, sin mantel, ni servilletas, ni cuchillos, ni tenedores, ni platos, hemos colocado oportunamente el salchichon, el jamon dulce, las sardinas, las fresas, la botella de vino, la de agua y el pan. Aún cuando comemos en casa, esto nos parece una comida de campo.
La mirada de doña Manuela iba tras las manos de la criada. ¡Vaya una gracia la de aquella chica! Cogía las servilletas adamascadas, rígidas por el planchado, y las doblaba caprichosamente con una rapidez de prestidigitador. Quedaban sobre las pilas de platos en forma de mitra, barco, bonete o flor, y en el centro, como toque maestro, colocaba un pequeño bouquet. La señora estaba orgullosa.
Por una de las ventanas de las bohardillas veíase ropa tendida; en obra había dos chicuelos que se entretenían en izar banderas de toallas 23 y servilletas a un asta de caña, que muy bien amarrada en el antepecho estaba. Alrededor de este cuadro revoloteaban pardas palomas que no lejos de allí tenían su vivienda.
Primero pasaron dos criadas repartiendo platos, servilletas y cucharillas de plata; luego entraron otras dos criadas, que traían sendas bandejas llenas de tacillas de cristal con almíbares diferentes. Cada tertuliano fué tomando en su asiento una tacilla del almíbar que más le gustaba.
Extinguido ya la mayor parte del alumbrado en el fondín, sólo ardía una bomba en cada cuádruple mechero; los mozos charlaban sentados en los rincones, o conducían perezosamente a la cocina obeliscos de platos grasientos y sucios, y montones de arrugadas servilletas.
Desdobláronse silenciosamente las servilletas, nuevas á la verdad, porque tampoco eran muebles en uso para todos los días, y fueron izadas por todos aquellos buenos señores á los ojales de sus fraques como cuerpos intermedios entre las salsas y las solapas.
Los señores condes, ó los condes á secas, como pedía el señorito Octavio que se dijese. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Hecha la señal de la cruz, los condes se sentaron, desdoblaron las servilletas y acercaron las sillas á la mesa. Los niños continuaron en pie con las manos sobre el pecho murmurando una oración.
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