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Actualizado: 10 de julio de 2025
Algo mas tarde, el 20 de Noviembre, temeroso de que las potencias europeas, solicitadas por el gobierno español, ya casi convencido de la inutilidad de sus esfuerzos, llegasen á prestarle apoyo para la conservacion de sus colonias, expidió un famoso decreto en el cual declaraba abiertamente "que el pueblo de Venezuela estaba resuelto á sepultarse todo entero en medio de sus ruinas, por mas que la España, la Europa y aun el mundo entero, llegasen á tratar de encorvarle nuevaments bajo el yugo que pronto iban á sacudir."
Los motivos que impulsaron á aquella linda mujer de no vulgar talento á renunciar á la vida y sepultarse en las frías lobregueces de un claustro, no es cosa que yo sepa y nada apuntaré por no alterar los hechos con suposiciones más ó menos gratuítas; pero sí es cierto que á la profesión de la actriz, se dió por la gente devota gran resonancia, que los padrinos fueron de la más encumbrada nobleza y que la solemnidad tuvo un brillo y esplendor inusitado.
Esto redobló sus tristezas; mas cuando Miquis le propuso como único remedio de su mal la rusticación, cobró esperanzas, confirmándose en la idea de abandonar la corte y sepultarse para siempre en sus estados de Molina. La segunda vez que habló de esto a su mujer, no la encontró tan bien dispuesta. «¿Y tus estudios, y tu carrera?
La audacia fria y terca de los excursionistas de los precipicios sería muy honorífica, si el objeto de esos extravagantes espliníticos fuese hacer estudios y descubrimientos que prestasen servicios importantes á la ciencia. Pero esta no entra por nada en semejantes empresas. Los héroes de los hielos van por pura vanidad á despeñarse en las neveras y sepultarse bajo de los bancos de hielo.
Pasaron así días, semanas y meses, siempre la misma cosa, sin dejarse ver la dama más que de bulto entre dos luces, cuando salía de la silla de manos, en la catedral, y volviendo a sepultarse una hora después en el silencio y en el retiro de su casa, que permanecía cerrada, ni más ni menos que cuando se decía estaba habitada por duendes; al jardín no salía de día: sólo algunas noches de luna solía verla Viváis-mil-años, vestida de blanco y vagando como un fantasma, yendo al cabo a sentarse en un poyo de piedra junto a la fuente, permaneciendo allí largo tiempo inmóvil, hasta que, al fin, se levantaba, y en paso lento atravesaba el jardín y se metía en la casa: la luz de la luna no había sido bastante para que Viváis-mil-años hubiese visto su rostro.
Cubierto el puente de caliente sangre Izando al tope flámula de honor Ha visto la bandera de un Imperio Sepultarse entre el humo del cañon. Y al pasar por su costado Brown que el combate ordenaba Con su bocina de mando A los bravos saludaba. En el Juncal, donde con pecho fuerte Clamaban todos: «Libertad ó muerte!»
Palabra del Dia
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