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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Es que el gobierno no es la obra de los gobernantes, sino de las instituciones y los pueblos. Mas adelante tendré ocasion de hacer ciertas observaciones importantes de este género, pues Madrid, Málaga, Cádiz y Santander me suministraron la ocasion, como Valencia.
Cada día le nace una nueva cabeza y un rabo nuevo a esta idea execrable. Isidora, sin esperanzas de encontrar a su hermano, toma el tren y se va a Santander, donde llama la atención y se hacen acerca de ella novelescos comentarios. Ministerio Salmerón. Septiembre. Cartagena, excursiones de las fragatas. ¡Oh!
Hoy es esta culta y bonita población una digna sucursal de Santander. Por regla general, y para no molestar al lector, conste que allí donde el camino de hierro, ó las industrias minera y fabril han penetrado; las costumbres clásicas montañesas no existen ya, ó existen muy ajustadas al espíritu moderno. Y con esto hemos llegado al verdadero asunto de estas últimas páginas.
Pero el bendito señor, sea efecto de sus años ó de su carácter vehemente, tiene la costumbre de comentar todo lo que dice y de meterse á filosofar y á hacer digresiones sobre la cosa más trivial; de suerte que nunca pude obtener un cuadro exacto y bien detallado del Santander de antaño, tal como yo le quería para dársele á mis lectores, seguro de que me le agradecerían como una curiosidad.
Si la lengua y muchos rasgos de costumbres no mantuviesen la unidad, podría decirse que al entrar á la provincia de Santander se sale de la España gótica ó castellana. Evidentemente los Pirineos han determinado profundas diferencias, que la proximidad del Océano, al occidente, contribuye á fortificar.
Declaróme honrada y lealmente que así era la verdad; y con esto y un poco de astucia mía, fuimos entrando paso a paso en el terreno a que yo deseaba conducirle, o mejor dicho, fui sabiendo de él todo lo que necesitaba para acabar de conocerle «por dentro». A él, que estudiaba tercero del bachillerato en Santander, lo mismo le daba.
Pero con todo eso, el Pereda de mi más íntima predilección y fervoroso cariño será siempre el Pereda que veranea en Polanco, y que en invierno habita en el muelle de Santander, un poco antes de llegar a la capitanía del puerto, en el teatro mismo de las hazañas de Cafetera y de la lúgubre partida de El Tuerto, para morir en la fiera rompiente de las Quebrantas.
Santander es una ciudad fortificada, sin que por eso pueda llamarse una plaza fuerte. Ella es esencialmente comercial, en términos que después de Cádiz y Sevilla es el puerto mas importante que en la actualidad tiene España en el Atlántico.
«Los marinos» le respondían al punto. Quiénes, de los conocidos en el pueblo, no había para qué inquirir. ¿Qué más daba? Todos eran lo mismo.... Por aquel entonces se habló mucho en Santander de la Berrona, que salía todas las noches, á las altas horas, no se sabía de dónde, y recorría varias calles determinadas.
Una noche oí decir á una venerable mujer que ya pasaba de los sesenta años, que su mayor satisfacción sería ver un coche. Otra señora, tan anciana como ella, le respondió: Dios te libre de esas tentaciones. Yo quise una vez salir á ver un poco el mundo; y, con intención de no parar hasta Santander, llegué á Torrelavega.
Palabra del Dia
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