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Actualizado: 19 de julio de 2025
«Y tú oyes sus sollozos continuaba una voz dentro de mí, y la dejas presa de sus torturas mientras que tú te deleitas pensando en que tienes un secreto con él, con él, que pertenece sólo a ella.»
Su inferioridad le da hábitos de pérfida astucia, de emboscada, de tímida audacia, si vale expresarse así. Hácese el disimulado, se mantiene quieto en las hendeduras de las rocas. Cuando ha pasado la presa, al instante le lanza su latigazo. Los débiles quiera momentáneamente, tenido miedo ó pasmádogarras. Entonces se rinde y perece.
Siempre que nos encontramos con estas deficiencias del progreso material, es un deber traer a la memoria, no sólo las dificultades que ofrece la naturaleza, sino también la terrible historia de esos pueblos desgraciados, presa hasta hace poco de sangrientas e interminables guerras civiles.
Francisca Forteza, viuda de Jerónimo Terongí, botiguero; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de treinta y nueve años, reconciliada y presa segunda vez, por judaizante, relapsa: leída su sentencia con méritos, fue relajada al brazo seglar, con confiscación de bienes, por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta.
Envió á Alí Portu con 15 galeras por guardia del Archipiélago. En viniéndole la orden, se partió para Constantinopla, donde entramos á los 27 de septiembre. Entró la Real delante, con todas las galeras de fanal en su hilera, con muchas banderas y estandartes arbolados, arrastrando los nuestros como solían. Tras éstas venían todas las galeras de la presa.
¡Compañeros! nuestras glorias son de los salvajes presa; vamos por ella, llevando rayos de acero en la diestra, el agravio, en la memoria y la fé, en la Providencia!"
Las nubes esparcidas a ras del mar parecían bullones y pliegues de una vestidura que ocultaba su inmenso esqueleto; y otras nubes flotantes en lo alto, una amplia manga, de la que se escapaban vapores más sutiles e indecisos formando un brazo de hueso rematado por un índice seco y corvo como una uña de presa, señalando lejos, muy lejos, el destino misterioso.
Después de un rato prosiguió, sonriendo dolorosamente, con esa sonrisa de los ancianos próximos a morir: ¿Cómo me encuentras, hijo? ¿Mal, verdad? ¿Te acuerdas? ¡Antes tan fuerte, tan activa! ¡Estaba yo en todo! Ahora, aquí me tienes, como presa, como si tuviera grillos... ¡peor que si los tuviera!
Un inmenso foco de una luz roja y brillante se levantó de pronto; el mar, reflejando aquella claridad deslumbrante, hizo rodar olas de fuego, la atmósfera se inflamó y las cimas de los peñascales de la Torre se tiñeron de una luz purpurada, como si un vasto incendio hubiera hecho presa en la costa.
Palabra del Dia
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