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Actualizado: 22 de junio de 2025
Si las premisas son evidentes por sí mismas, no consentirán demostracion; si suponemos que ellas á su vez sean demostrables, tendremos la misma dificultad con respecto á las otras en que se funde la nueva demostracion; luego, ó es preciso detenerse en un punto indemostrable, ó proceder hasta lo infinito, lo que equivaldria á no acabar jamás la demostracion.
Primera regla: El consiguiente debe estar incluido en una de las premisas, y la otra debe manifestarlo. En este sylogismo: Todo hombre es mortal: Ticio es hombre: luego Ticio es mortal, el consiguiente está incluido en la universal: Todo hombre es mortal, y la proposicion Ticio es hombre, sirve para hacerlo manifiesto.
Esta regla consta, porque debiendo el consiguiente estar incluido en las premisas, si estas son verdaderas debe ser verdadero, y si son falsas falso: ni es otra cosa la conseqüencia, sino la necesaria conexîon con que el consiguiente está embebido en los antecedentes; y no pudiendo una misma proposicion ser verdadera y falsa, tampoco podrá ser falso un consiguiente que está comprehendido en premisas verdaderas, y al contrario.
Las deducciones que de estas premisas se desprenden son un poco escabrosas. No hemos de hacerlas. Sólo diremos que ni el enmascaramiento físico, ni el moral, duran en la vida, ni puede fundarse felicidad alguna en tales y tan deleznables artificios. Con todo, puede admitirse en las jóvenes este pueril error de pretender acentuar con afeites su propia belleza.
Múdese el asunto y materia, de necesaria como es en el sylogismo propuesto, en otra contingente, y con la misma coordinacion no saldrá el consiguiente verdadero, como se vé en este: Todo viviente es vino, todo liquor es viviente, luego todo liquor es vino. En las Escuelas dicen bien, que del imposible qualquiera cosa se deduce; y si se concedieran las premisas, era precisa la conseqüencia.
Objétase contra esta regla, que por sylogismos bien hechos sale un consiguiente verdadero de premisas falsas de lo qual trae Aristóteles muchos exemplos en el libro primero de los Analíticos. Todo animal es piedra, ningun hombre es animal, luego, ningun hombre es piedra. Este consiguiente es verdadero, y se deduce de premisas falsas.
Descartémonos de la adhesión que pueden tener los Filipinos á España; supongamos por un momento con los escritores españoles que entre las dos razas sólo existen motivos de odio y recelo; admitamos las premisas cacareadas por muchos de que tres siglos de dominación no han sabido hacer germinar en el sensible corazón del Indio una semilla de afección ó de gratitud, y veamos si la causa española ha ganado ó no terreno en el Archipiélago.
Digo solo que pensó así y que, en consecuencia de tales premisas, echó allá en su mente la absolución al joven indio. Sacó luego de un cajón de su escritorio la fotografía iluminada y con morosa delectación se puso a contemplarla. Tan embebecida estaba en esto, sentada junto a su bufete, donde había extendido la fotografía, que no vio ni oyó lo que pasaba en torno suyo.
Sabemos que las premisas A y B son ciertas; de ellas inferiremos la proposicion C. ¿Con qué derecho? Porque vemos que C se enlaza con las A y B. ¿Y cómo sabemos esto? Si es con evidencia inmediata, por intuicion: hé aquí otra cosa indemostrable: el enlace de la conclusion con las premisas.
Isabelita tenía gustos o inclinaciones muy distintas de las de su hermano. Más que la diferencia de sexo, la de temperamento era causa de que los dos hermanos jugasen casi siempre aparte uno del otro. No miremos con indiferencia el retoñar de los caracteres humanos en estos bosquejos de personas que llamamos niños. Ellos son nuestras premisas; nosotros ¿qué somos sino sus consecuencias?
Palabra del Dia
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