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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Ensimismado y desprendido de cuanto le rodeaba, creyó verla mientras en su casa se vestía, desazonada y trémula, engalanándose con premeditación para venir a rendírsele. ¡Oh portentosa fuerza de abstracción! ¡Oh bienhechora potencia imaginativa!, ¡sed benditas, porque dais al hombre la visión de la dicha deseada cuando aún la tiene lejos... cuando acaso jamás ha de llegar!... <tb>

Satisfecho ya el capricho, dejé la calle de las Infantas, y me fui a casa de un amigo. Mas al día siguiente, fuese casualidad o premeditación, aunque es muy probable lo último, acerté a pasar por el mismo sitio a la misma hora. Mi gentil agresor, que estaba de bruces sobre la barandilla del balcón, se puso encarnado hasta las orejas así que pudo distinguirme, y se retiró antes de que pasase por delante de la casa. Como V. puede suponer, esto lejos de hacerme desistir, me animó a quedarme petrificado en la esquina de la primer boca-calle, en contemplación estática. No pasaron cuatro minutos sin que viese asomar una naricita nacarada, que se retiró al momento velozmente, volvió a asomarse a los dos minutos y volvió a retirarse, asomose al minuto otra vez y se retiró de nuevo. Cuando se cansó de tales maniobras, se asomó por entero y me miró fijamente por un buen rato, cual si tratase de demostrar que no me tenía miedo alguno. Entonces se generalizó por entrambas partes un fuego graneado de miradas, acompañado por lo que a respecta de una multitud de sonrisas, saludos y otros proyectiles mortíferos, que debieron causar notables estragos en el enemigo.

Con los cincuenta y cinco años que tiene, creo que está enamorado, y Pepita, aunque buena por reflexión, puede, sin premeditarlo ni calcularlo, ser un instrumento del espíritu del mal; puede tener una coquetería irreflexiva e instintiva, más invencible, eficaz y funesta aún que la que procede de premeditación, cálculo y discurso.

Había llegado la ocasión de consumar el atentado, y el que durante la premeditación se mostraba tan valeroso, cuando se aproximaba el instante crítico sentía vivísima inquietud.

Y en seguida, con pérfida premeditación, añadió : ¡Vaya una fogata que has armao!... Me ahogo... yo me quito la esclavina, y si quieres creerme, desabotónate el chaleco, que luego, en la calle, te hielas.

Palabra del Dia

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