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Actualizado: 2 de julio de 2025


El Pozo de la Solana dista más de dos leguas de este lugar y no hay hasta allí sino camino de herradura. Tuvimos todos que ir a caballo. Yo, como jamás he aprendido a montar, he acompañado a mi padre en todas las anteriores excursiones en una mulita de paso, muy mansa, y que, según la expresión de Dientes, el mulero, es más noble que el oro y más serena que un coche.

Mi cómplice es... Cuenta, maestro, que jamás he hecho á nadie esta revelación. Al menos nadie pudo jamás tildarme de escandaloso. Pocas relaciones han sido más ocultas. La buena fama de esta mujer aparece aún, después de diez y siete años, más resplandeciente que el oro. Acaba: ¿quién es tu cómplice? Haz cuenta que echas tu secreto en un pozo. Yo callar.

Allegándole en esto socorro del fuerte, dieron carga sobre los enemigos; y viendo esto los turcos, salió todo el campo fuera, á pie y á caballo, por todas partes, con determinación de romper todas las tres guardias que estaban fuera en campaña, y así ganaron este día el pozo del agua.

Los turcos eran tantos de número, que ganaron el sitio donde estaba el capitán Juan Osorio, el cual se retiraba escaramuzando la vuelta del fuerte, y llegó á socorrelle el capitán D. Jerónimo de Sande con su compañía de arcabuceros; mas tornando á cargar los turcos, ganaron por fuerza el primer sitio del pozo, y viendo D. Alvaro de Sande trabada la escaramuza tan bravamente, que siempre crecían los turcos con algunos moros que venían con ellos, dió orden á los dos Capitanes que se retirasen á la vuelta del fuerte, y lo mismo puso el capitán Galarza, el cual escaramuzaba en la posta de su guardia sin haberse retirado, porque allende del socorro que le había llegado, el sitio era aparejado para poderse defender.

Este pozo no tenía agua salobre, pero era porque estaba completamente seco... Y se habían visto obligados á seguir avanzando á través de una llanura siempre inmensa, siempre igual, guiándose por la brújula y sufriendo una sed de náufragos, que les hacía marchar con la boca jadeante, los ojos desorbitados y una expresión de locura en ellos.

Prometióle don Quijote de hacer lo que se le aconsejaba con toda puntualidad; y así, se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba; y, recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba, y, embrazando su adarga, asió de su lanza y con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche.

Al cabo se oyó la voz del minero llamando á su jefe. ¡Ruperto! ¡Manuel! La rapaza está aquí, pero muerta. Nadie oyó estas palabras más que él y los mineros que se hallaban inclinados sobre la misma boca del pozo.

15 Y tres de los treinta principales descendieron a la peña a David, a la cueva de Adulam, estando el campamento de los filisteos en el valle de Rafaim. 16 Y David estaba entonces en la fortaleza, y la guarnición de filisteos estaba en Belén. 17 David deseó entonces, y dijo: ¡Quién me diera a beber de las aguas del pozo de Belén, que está a la puerta!

Solo habia un pozo en este pueblo, en que me puso el general de centinela, para distribuir el agua á cada año, segun la medida dada por él: y aun con estas providencias teniamos grandes trabajos por la falta de agua, y tantos, que no nos acordábamos del oro y plata, que todo era clamar por agua.

Sois un pozo obscuro. Porque me hundo en mi alma. ¡Ah! ¿no es verdad, don Francisco, que esto es terrible? ¿Y qué es lo terrible? Yo no lo he visto nunca: cuando le vi á él... ya sabéis quién es él... , ; mi amigo Juan.

Palabra del Dia

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