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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Así que le acribillaron un brazo y un pecho, pidió compasión y descubrió, debajo de un arca enorme, el famoso escondrijo, trampa hábilmente disimulada por medio de una tabla igual a las demás del piso, pero que subía y bajaba a voluntad.
Agradeció nuestro ofrecimiento, pidió perdón de los asaltos pasados, y ofreció de pedillo de allí adelante por amor de Dios, sin dar molestia alguna a nadie.
Temieron el disfavor, y llegándole el muchacho que le traía el carretón a la mesa donde se jugaba, pidió cartas.
Pero Raquel insistió, y volviendo a su tono persuasivo, suave, le pidió que al menos postergara el casamiento hasta una semana más. Que no sea este lunes que viene, sino el otro. ¿El otro lunes? Sí, no te pido más. Tú quieres ganar tiempo. Postergarlo hasta una semana... Te lo suplico. No, si el casamiento se postergara tres días, nada más que tres días, tal vez ya no me casaría, estoy segura.
Entonces doña Luz, que tenía buen fondo, a pesar de su soberbia, sintió que había estado dura y áspera en demasía, y pidió perdón a doña Manolita, besándola y poco menos que llorando también. Las dos amigas vinieron a quedar de resultas mucho más amigas que antes.
El alemán se inclinó en señal de gratitud, y siguió al español, el cual bajó al comedor y pidió un ponche. A la testera de la mesa estaba el gobernador con sus dos acólitos; a un lado había dos franceses. El español y el alemán se sentaron a los pies de la mesa. Pero ¿cómo preguntó el primero habéis podido concebir la idea de venir a este desventurado país?
Entonces pidió el joven que se llevase a cabo cuanto antes aquella formalidad. En su virtud, fijose la presentación para la semana siguiente, y para dos meses más tarde quedó acordada la fecha del casamiento. De todo ello se trató en presencia de Magdalena, sin que ésta despegase los labios, pero sin que perdiese ni una palabra de cuanto allí se habló.
En los tres años que allí permanecimos se acudió á ella dos veces; en la una la caridad la pidió una limosna; en la otra, la patria la demandó un auxilio, y en ambas no quisiéramos equivocarnos, pero nos parece que computando su población con la de las otras provincias, fué á la cabeza de todas.
Mas viendo el firme amor de estos amantes, Licencia les pidió para irse luego, Dejándoles muy firmes y costantes En las brasas de amor, y vivo fuego. Dos tiros de herron no fué distantes, Con furia revolvió, de amores ciego; Pensando de llevar por dama esclava, Al indio con la lanza cruda clava.
Dorotea, á pesar de la fiebre que la devoraba, llamó á Casilda, saltó de la cama, se hizo vestir, pidió una litera, y salió de su casa. Irritado, contrariado, impaciente, cuidadoso, se encontraba don Juan encerrado en un aposento alto de la torre de los Lujanes.
Palabra del Dia
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