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Actualizado: 10 de junio de 2025


El duque en esta perplejidad se dirigió á la de la derecha, con paso silencioso como el de un ladrón, oculta la luz de la linterna, con las manos por delante. En un ancho y magnífico dormitorio, en un no menos ancho y magnífico lecho, dormía, mejor dicho, estaba acostada la hermosa duquesa de Gandía. Desvelábala el cuidado.

Tengo un hijo, y aunque uno se ría de ciertos burgueses que justifican sus malas acciones y sus latrocinios con la cualidad de padres de familia, crea usted que esto de la paternidad nos impulsa a grandes cosas y nos hace valerosos como héroes... Usted también va allá por el ansia de dinero. Yo... dijo Fernando con perplejidad ... por el dinero, como usted... Y ¡quién sabe!

A estas insufribles molestias se unió el frío. Sus pies desaparecían en el agua, y desde lo interior del cañón de ladrillo venía un aliento glacial que le empujaba hacia afuera. ¿Qué haría? Determinose entonces en él ese fenómeno de observación retrospectiva que suele acompañar a las situaciones de gran perplejidad.

Su terror era tan grande que se lo secaron las lágrimas, y quedó en este estado de perplejidad dolorosa que sigue á las grandes crisis del alma. Dejémosla en su encierro para acudir á Lázaro, que gime en una prisión de otra clase. #El sueño del liberal#.

También ha sido apresado. ¡Vive Dios! exclamó D. Alonso sin poder disimular su enojo . Apuesto a que no ha sido apresado el Nepomuceno. También lo ha sido. ¡Oh!, ¿está usted seguro de ello? ¿Y Churruca? Ha muerto contestó el inglés con tristeza. ¡Oh! ¡Ha muerto! ¡Ha muerto Churruca! exclamó mi amo con angustiosa perplejidad . Pero el Bahama se habrá salvado, el Bahama habrá vuelto ileso a Cádiz.

Al cabo, aburrido de tanta perplejidad, resolvió dejarlo en la cuadra bien cerca de la puerta para poder tomarlo al instante cuando le pluguiese. Antes de salir le dió pienso. Lucero quedó maravillado de la enorme cantidad de cebada que le echó en el pesebre. ¡Este chico se va á arruinar! Con tanta cebada había para seis veces.

No hay que decir que mi padre había clasificado a Belarmino y todos los suyos entre las personas viles. Así pasaron cerca de dos años. Un mes de septiembre, volviendo la duquesa de la aldea, me invitó a comer. Cuál no sería mi susto y perplejidad cuando vi que había otro invitado, nada menos que Su Ilustrísima el señor Obispo de la diócesis. Llamábase Fray Facundo Rodríguez Prado.

Salvador chocó, no «los cinco», sino «los diez», tendiendo las dos manos al marino con muda gratitud. Había atendido a la última parte de aquella franca confidencia con una inquietante perplejidad, sumiéndose en temores agrios y mordientes, con la conciencia alterada por la zozobra cruel de haber abandonado a Carmen en medio de los peligros siniestros de la casona de Rucanto.

Estas severas y razonables expresiones por una parte la conmovían, por otra la aterraban. Volver al rancio sistema de un trapito atrás y otro delante, y a las infinitas metamorfosis del vestido melocotón, érale ya imposible; engañar a aquel infeliz dábale mucha pena. En esta perplejidad entregábase al acaso, a la Providencia, diciendo: «Dios me ayudará.

Sus pensamientos estaban detenidos por una perplejidad completa, ahora que su camino estrecho de antaño estaba cerrado, y sus efectos parecían haber sido aniquilados por el golpe que había lacerado sus fibras más sensibles. Por fin, el lienzo de mesa de la señora Osgood fue terminado, y Silas recibió oro en pago.

Palabra del Dia

rigoleto

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