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Actualizado: 29 de abril de 2025


Los asaltantes, al empujarse, se toleraban y perdonaban fraternalmente. «En la guerra como en la guerra», decían como última excusa. Y cada uno apretaba al vecino para arrebatarle unas pulgadas de asiento, para introducir su escaso equipaje entre los bultos suspendidos sobre las personas con los más inverosímiles equilibrios. Desnoyers fué perdiendo poco á poco sus ventajas de primer ocupante.

Como no habían sido testigos de sus triunfos ni conocieron su radiante belleza, estaban lejos de profesarle el respeto que, apesar de todo, guardaba hacia él la antigua generación. No perdonaban medio de embromarlo, de vejarlo bárbaramente.

Lo malo sería que aquella muchacha hubiera seguido con vida tan disoluta. Pero no había motivo para creerlo. Nada más habían sabido que la condenase. Sobre todo, pronto se había de ver». Ana, que tuvo valor para sufrir hasta la última palabra, comprendió que sus tías lo perdonaban todo menos las apariencias: que con tal de ser en adelante como ellas, se olvidaba lo pasado, fuese como fuese.

Soñó que había asesinado á Doña Blanca, y soñó que había asesinado á su hija. Ambas le perdonaban con dulzura, después de muertas; pero este perdón tan dulce le hacía más daño que las punzantes palabras que aquel día había escuchado de boca de su antigua querida.

A veces parece querer zaherir aquello que adora; pero en realidad no hace más que mofarse de lo que es realmente pedantesco. Entonces no; sus burlas no perdonaban ni la verdad misma, ni la ciencia adorada.

Había que quedar bien, y en todos los pueblos volteaban corderos enteros sobre las hogueras; corrían a espita rota los toneles de las tabernas; se distribuían puñados de pesetas entre los más reacios o se perdonaban deudas, todo por cuenta de don Ramón; y su mujer, que vestía hábito para gastar menos y guisaba la comida con tal estrechez que apenas si dejaban algo para los criados, era la más espléndida al llegar la lucha, y poseída de fiebre belicosa, ayudaba a su marido a echar la casa por la ventana.

Pero estos inicuos animalejos le habían declarado una guerra cruel; no perdonaban medio de molestarle y exasperarle, consiguiendo á veces ponerle en un estado de irritación vecino de la locura. Los rasgos sobresalientes de su carácter eran la honradez y la independencia. Mas no dejaba de ser afable con todo el mundo y se dejaba acariciar de cualquiera, aunque sin hacer aspavientos.

Palabra del Dia

loncha

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