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Actualizado: 3 de julio de 2025
Son certísimos los documentos que dió el Divino Legislador Jesu-Christo para dirigir bien nuestras costumbres: son de inviolable fe los cánones que la Iglesia nos prescribe para este efecto: es de sumo peso la doctrina que los Padres nos han dexado, gobernados de las propuestas luces para que nuestras obras sean laudables: son fixos y ciertos los principios del Derecho Natural, y de las Gentes para dirigir nuestra conducta en ese ramo.
Porque la misma pluma se estremece en nuestras manos y se niega a estampar semejantes abominaciones.
Esta cumbre fantastica, obra de algun terremoto, y sobre la cual descansan las nubes de sus viages vagamundos, esta consagrada a nuestros misterios y a nuestras vigilias: yo espero en ella a mis hermanos que deben venir conmigo al palacio de Ariman; esta noche se celebra nuestra grande fiesta... ?Porque tardan en venir?
El viajero no puede ménos que notar en Basilea ciertos rasgos característicos de las costumbres, que solo se encuentran en las localidades pertenecientes á razas germánicas. Donde quiera, en nuestras excursiones por Alemania, Holanda y la Bélgica flamenca, hemos encontrado un cierto espejito, símbolo original de curiosidad recatada, que en Basilea se muestra en todas las ventanas.
Nuestras galeras se recogieron todas á la Roqueta, y otro día por la mañana echaron gente en tierra para hacer agua; y como los de la isla habían descubierto las galeras el día antes, acudió mucha gente de pie y caballo: pusiéronse en unos palmares allí cerca. El Visorrey tenía en tierra hasta 3.000 hombres, y hecho el escuadrón, mandó salir arcabuceros que fuesen á escaramuzar con los enemigos.
Mientras la barbarie y la ignorancia imperan en la mayor parte de nuestras comarcas, ellos, que son los únicos que tienen fuerza para desterrarlas, permanecían aquí inmóviles, faltos de una mano que los empuje y arranque de sus entrañas los secretos de la ciencia y la política.» Poco faltó para que los besara y abrazara tiernamente.
Seguidme pues. En poder de ese ejército está nuestra honra. Saquémosla de sus manos i mueran cuantos lo componen á las nuestras.
Muy vivificante debía ser este aire, pues nos repuso en nuestras antiguas figuras humanas. Ya no podíamos más de fatiga. Para mejor, a cada instante se hundía el piso bajo nuestras plantas... Caíamos bruscamente y surgíamos de nuevo, como si nuestro camino fuese cruzado por innumerables zanjas invisibles.
No juzgueis nuestra ley por nuestras acciones: sabemos que somos débiles y prevaricadores, pero se nos manda que seamos perfectos.
Mas, si al fin, padre Apolo, exhaustas nuestras fuerzas, no esplende en las alturas el libertario Sol, suelta las rojas bridas de tus salvajes potros y que troten furiosos con épico fragor. Que salga de su cauce el indómito Agno, donde quemó sus naves últimas Limahóng; que estremezca el tamarao los llanos y las selvas y revienten sus cráteres el Taal y el Mayón. Octubre, 1910.
Palabra del Dia
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