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Dígolo, porque soy de los que opinan en los ratos que estoy de opinar algo sobre algo, con muchos fisiólogos y con Gall, sobre todo, que el alma se adapta a la forma del cuerpo, y que la materia en forma de hombre da ideas y pasiones, así como da naranjas en forma de naranjo.

«Otra pintura hizo de dos pobres comiendo en una humilde mesilla en que hay diferentes vasos de barro, naranjas, pan y otras cosas, todo observado con diligencia extraña.

El curioso Alemán llevaba todos los bolsillos repletos de naranjas y bizcochos, y en tres horas, hasta que el sueno le rindió, no suspendió sus ejercicios gastronómicos. Pero es el caso que al pedirle detalles sobre las comarcas que había visitado no daba razón de nada, explicando su Ignorancia con mil subterfugios.

Nuestro amigo mira otra vez á la cazuela, y averigua que la dama es la misma que le gustó antes; paga las naranjas, y dice además al naranjero que ponga en noticia de la señora, que de la misma manera pagará cualquiera otra cosa que se le antoje.

Los tendidos se iban poblando lentamente, y desde aquí al redondel mediaban saludos y gritos entre unos y otros, que convertían la plaza en un mercado. La voz de los vendedores de naranjas salía entre todas las demás; y las naranjas, cuando alguno las demandaba, volaban rápidas y certeras de las manos de aquéllos a las del comprador, por encima de las cabezas.

Al presente, el arroz, el algodón, el azúcar, el tabaco, la hierba mate, la mandioca, el cacao, el café y el caucho son sus principales producciones comerciales, siendo los dos últimos los artículos que el Brasil exporta en mayor cantidad. También se embarcan muchas naranjas y otras frutas y la excelente madera de tinte conocida con el nombre de palo del Brasil.

No bastan las tiendas, y en esquinas y rincones se alzan montañas de mazapán, canteras de turrón, donde el hacha del alicantino corta y recorta sin agotarlas nunca. Las pescaderías inundan de cuanto Dios crió en mares del Norte y del Sur. Sobre un fondo de esteras coloca Valencia sus naranjas, cidras y granadas rojas, llenas de apretados rubíes.

Salí de Madrid, mi querido Pepe, del modo y manera que sabes; empingorotado en el cupé de la Diligencia de Valladolid, con menos que mediana salud, á las seis de una caliente mañana de Agosto, no muy provisto de metales preciosos, en busca de aire y de agua, dos artículos de primera necesidad que escasean en la Corte de las Españas; con los bolsillos llenos de melocotones y naranjas, que me diste, y en la amable compañía de mi bastón, mi paraguas y mi saco de noche.

Todo lo que pude arrancarle, al cabo de cinco dias, fué un thank you, sir, sordamente pronunciado, por haberle acercado un plato de naranjas. Un dia desapareció mi insular. Confieso que me hizo falta ese compañero mudo, que me picaba la curiosidad por su reserva.

Y ¿por qué? me han preguntado al notarlo más de un forastero. ¿Por qué vuela el ave?; ¿por qué corre el gamo? les he respondido yo; y ¿por qué se dan los dátiles en Berbería, y las naranjas en Murcia, y el arroz en Valencia?