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Aparte de esto, un hombre divertidísimo, a pesar de su cara fosca y su mirada dura. En la playa del Cabañal, la gente, reunida a la sombra de las barcas, reía recordando sus bromas. Una vez dio un convite a bordo al reyezuelo africano que le vendía los esclavos, y viendo borrachos a la negra majestad y sus cortesanos, hizo como el negrero de Merimée: desplegó velas y los vendió como esclavos.

En abril de 1599 encontramos a Lope de Vega en Valencia acompañando al Marqués de Sarria, quien se había trasladado allí, lo mismo que toda la corte, con el rey Felipe III y su hermana la infanta Isabel Clara Eugenia, para esperar a sus respectivos cónyuges la archiduquesa Margarita de Austria y el archiduque Alberto. Celebráronse en Valencia las velaciones pues ya los desposorios se habían hecho por poderes en Ferrara , y con tan grato motivo representóse el auto alegórico de Lope Las Bodas del alma con el amor divino. El señor Mérimée, en sus Spectacles et comediens

y la música de Bizet, saturada, por decirlo así, en la sangre misma de Merimée, distribuía al cuerpo de las mujeres que formaban los cuadros, los tonos calientes con que el joven maestro ha rimado ese extraño poema de amores plebeyos y bajas venganzas.

Dice en su carta que don Pedro Goyena se intrigaba buscando su filiación literaria, y M. Groussac formalmente declara haberla encontrado en Taine. Error completo en mi concepto. Si de alguien parece derivar directamente Cané, es de Merimée, y el autor de Colomba comparte su influencia en esto con lo que ha dado en llamarse el beylismo.

Para toda persona refinada y culta, Próspero Mérimée y Teófilo Gauthier, por ejemplo, son mejores novelistas que Eugenio Sue y Ponson du Terrail, y, sin embargo, ni Colomba, ni El Capitán Fracasse, han logrado la vigésima parte del favor del público, de la venta y del aplauso que Los Misterios de París, o las interminables aventuras de Rocambole. ¿Consistirá esto en que Sue y Ponson du Terrail emplean el arte exquisito y profundo que Gauthier y Mérimée ignoran o en que la generalidad del público tiene un gusto pésimo, está muy atrasada aún y prefiere lo burdo a lo fino? ¿O consistirá esto en que el verdadero arte exquisito y profundo no ha llegado a descubrirse, sino muy recientemente, cuando Merimée y Gauthier estaban ya muertos y enterrados, y por virtud de dicho arte al público se le han abierto los ojos del entendimiento para comprender lo bueno, y a Zola, Daudet, Bourget, Ibsen y Tolstoï, se les han abierto los veneros y fuentes de la inspiración legítima para producir obras, que no sólo agraden en el día, sino que ya contengan en germen, cuando no en flor, la sublime novela del porvenir, en cuya comparación es el Quijote una obra superficial, epidérmica, sin trascendencia, sin enseñanza y de mero pasatiempo?

No diré que tuviera la altiva escrupulosidad de Merimée en limar hasta diez y siete veces un mismo trabajo, para no chocar con su concepto artístico, sin importársele mucho de la popularidad; pero que está impregnado de la desdeñosa filosofía del autor del Rouge et Noir. Pero el autor de los Ensayos, como de En Viaje, es más bien de la raza de Th.