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Actualizado: 16 de junio de 2025


Además, Millán tenía buenísima índole y, como complaciéndose en ello, dejaba ver que, si en cosas de fuerza estaba la ventaja de su parte, en todo lo restante era de Pepe la primacía.

Juntos nadaron a pecho abierto contra ella; y sin pensar que podían por malas artes vivir a lo perdido, o abandonar a sus familias, comenzaron a trabajar, Millán en la imprenta que le confiaron, y Pepe en su humilde empleo de la Biblioteca del Senado.

En la imprenta todo anda como siempre... Como no sea por lo del cura... ¿Qué dices de imprenta? ¿Qué imprenta es esa? ¡Toma! ¿Cuál ha de ser? La nuestra, es decir, la del señor Millán. ¿De modo que el señorito trabaja también en la imprenta? Como que es el primer corretor y le dan deciocho riales, y eso que no va más que por las noches. ¿No lo sabía Vd.?

Con arreglo a lo convenido entre Pepe y Millán, el viernes llevó un mozo a casa de Engracia varios muebles, en diversos viajes, y dos banastas de ropa, quedando en la calle de Botoneras la cama y la butaca de don José, que no podrían sacarse de allí hasta ser trasladado el enfermo.

Lo que más cautivó el corazón de Engracia, fue la dulzura con que Millán trató a su chico. Acaso el tierno afecto de la madre no fue sino el premio espontáneo de las caricias que el niño recibía. De todo esto no tuvo Pepe conocimiento hasta mucho tiempo después, y Pateta tampoco lo sabía cuando habló con Paz: de suerte que ésta lo ignoró por completo.

Palabra del Dia

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