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Actualizado: 27 de julio de 2025


Puso pues, en prensa su claro y apremiante entendimiento para insinuar el concepto y el apetito de la limpieza en la mente obscura y en la aletargada voluntad del Sr. de Figueredo.

La contemplación del cielo, del mar y de los campos que se otean desde un apartado y solitario paseo adonde el padre Juan va de diario, eleva su mente a muy encumbradas esferas: más allá del universo visible, hasta la suprema causa, que le da ser y que le llena, penetra e ilumina todo.

También para este oficio te elegí en seguida, e impaciente y deseosa de que le ejercieras, empecé aquella misma noche a escribir estas confidencias que pronto leerás. Al mismo tiempo, brotó en mi mente otra aspiración, otro propósito, apenas hasta entonces concebido por , que mucho me turbaba y me inquietaba. No aspiré ya al logro de fugaces deleites.

Echó a correr desaforadamente buscando la sombra de los árboles. A medida que avanzaba, el corazón se le oprimía. Mil encontradas ideas batallaban en su mente.

El viento había barrido los nubarrones hacia el poniente y dejaba en la parte de levante una claraboya por donde surgía esplendoroso el disco del sol. Aquella visión le apartó del mísero cuidado que ocupaba su mente. Sintió un estremecimiento y cayó de nuevo en la idea fija, terrible, que desde hacía algunos días le roía el corazón.

Y hasta me ocurría que si mis deseos se realizaban, si un día me era dado llevar a Linilla al pie de los altares, Gabriela y don Carlos apadrinarían nuestra boda. ¿Ser amado de Gabriela? No lo pensaba yo, y si alguna vez llegó a ocurrírseme tal idea, la aparté de mi mente como un pensamiento criminal.

Entonces presumía que ella era su bien, que la amaba y que no podía vivir sin ella. En la mente y en el corazón humanos hay un mar tempestuoso de ideas y de sentimientos que se combaten. Así eran el corazón y la mente de Morsamor.

Dormía, y la violenta posición de su cabeza indicaba que antes del sueño la había atormentado uno de esos letargos dolorosos en que el cuerpo obedece con bruscos movimientos á todos los delirios de la mente enferma.

Sin él, jamás podrá concebir la mente humana, por muchos siglos que emplee en la transformación, cómo podrá nacer lo más de lo menos, de lo que no se mueve lo que se mueve, de lo que no vive lo que vive, de lo inconsciente lo consciente, y de lo que no entiende la inteligencia.

Me abismaba yo en la contemplación de aquel espectáculo encantador. Se despertaban en mi mente dulces memorias, y estremecían mi corazón sentimientos y ternuras del amor primero.

Palabra del Dia

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