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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Pues ¿cómo vino usted de tan lejos? Lo mejor será que se lo cuente usted todo, don Claudio; porque, a lo que veo, ha perdido la filiación de usted que yo la he dado varias veces. , y para que se vaya apartando la atención de cierta cuenta pendiente. ¡Habrase visto marrullero?... ¡Como si no me importara a más que a él dejarla bien saldada!

Después de hecha esta segregación, procedí al análisis de las partes de ella que más interés podían ofrecerme desde el punto de vista en que yo me colocaba: Chisco, un tanto flemático, con puntas de socarrón y marrullero, aspirando a casarse con Tanasia, guapa moza de verdad, en competencia con Pepazos, preferido del Topero, porque tenía algunos bienes que le faltaban a Chisco, y no me constaba de toda certidumbre si de Tanasia también, a pesar de lo arlote y simplón que era Pepazos.

Que el general tiene cerca de cincuenta años: que era un antiguo amigo de papá, o mejor dicho, del papá de mi papá; y que ya no está para amoríos ni nadie puede suponer semejante cosa. Y entre tanto, tenemos general a todo pasto. El es divertido y marrullero: pero ya me tiene cargada.

Antes de llegar al mar, «que es el morircomo dijo el poeta, se arregla para dar infinidad de vueltas como un viejo marrullero que pretende burlarse de la ley común a los seres creados. Imposible imaginarse un cauce más extravagante. Sale de cualquier población muy resuelto y boyante; parece que va a tragarse las leguas y marchar impávido hasta el océano.

La marinería de nuestra embarcación era india pura, incluso su patrón, quien varias veces varió el rumbo, atribuyéndolo nosotros al principio á descuido, pero más tarde comprendimos que la caña del timón obedecía más bien al temor que le dominaba, tan luego supo que nuestro principal objeto era visitar las Cuevas de las Calaveras; afortunadamente nos acompañaba un amigo que conocía la situación de las más notables de aquellas, y repetidas veces enmendó la derrota con visible disgusto del patrón, antiguo y marrullero hombre de mar, ya entrado en años, con más cabellos blancos que negros, más supersticiones que dientes, más consejas que verdades y más escapularios que virtudes.

Con cierto miedecillo, muy natural y fundado, fue a ver al padre Cifuentes, porque tenía el padre fama de marrullero; mas su voluntad, repentina como el capricho de una mujer, era robusta como la resolución de un hombre, y tranquilizábala en parte la íntima conciencia que tenía ella de que pocos la aventajaban en astucias y marrullería.

Mostraba al hablar una inocencia falsa y socarrona que no le hacía antipático. Detrás se veía siempre al antiguo granuja del mercadal de Valencia, diestro, burlón, receloso y marrullero. Pepa Frías le habló de negocios. La viuda era incansable en esta conversación.

Palabra del Dia

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