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Actualizado: 11 de noviembre de 2025


Era allí donde había comido una famosa «sopa marinesca» y donde se vendían las mejores ostras de Fusaro. A la derecha del camino se alzaba un edificio pretencioso y moderno, con el título del restorán en letras de oro.

Hablando siempre grosso modo, podríamos decir que la Grecia creó, con las bellas letras y las bellas artes, la levadura del progreso material e intelectual.

Por todo esto amo yo a Pereda; pero le amo además como escritor de raza, como el poeta más original que el Norte de España ha producido, y como uno de los vengadores de la gente cántabra, acusada hasta nuestros días de menos insigne en letras que en armas.

En algún papel la melancolía había repetido muchas veces una misma palabra, trazándola primero con grandes letras, que luego iban disminuyendo hasta ser como puntos. «Se quemará todo» volvió a decir la marquesa, haciendo un montón de lo que se destinaba a la hoguera. Revolviendo más, encontró un retrato. La señora puso muy mala cara al verlo.

Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago, y otras cosas a éstas adherentes, que, en parte, ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que a el estudiante, en tanto mayor grado que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique de perder la vida.

Las Sagradas Letras vienen en mi apoyo con no pocos textos.

Suponiendo que la idea de causalidad estuviese exactamente expresada en la proposicion: si A existe, existirá B; tendríamos que sustituyendo á las letras A y B, Dios y mundo, se nos convertiria en esta otra: si Dios existe, existirá el mundo; lo que nos haria caer en el error de la necesidad de la creacion, y sustituyendo en vez de A y B, hombre y acciones determinadas, tendríamos: si el hombre existe, existirán sus acciones determinadas; lo que si implica necesidad, mata el libre albedrío.

Ana leía con el alma agarrada a las letras. Cuando concluía una página, ya su espíritu estaba leyendo al otro lado. Aquello que era nuevo. Toda la Mitología era una locura, según el santo. Y el amor, aquel amor, lo que ella se figuraba, pecado, pequeñez; un error, una ceguera. Bien había hecho ella en vivir prevenida.

Ramiro no había tenido hasta entonces otros maestros que la misma doña Guiomar para las primeras letras, y, más tarde, para los rudimentos de la gramática latina, un religioso franciscano del convento de San Antonio.

Pues es hombre listo, hombre de alguna portuna, tiene su fiano en casa. No había manera de que uno u otro pronunciaran estas letras bien. Tellagorri se sentía poco aficionado a las cosas de iglesia, tenía poca apición, como hubiera dicho él, y cuando bebía dos copas de más la primera gente de quien empezaba a hablar mal era de los curas.

Palabra del Dia

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