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Actualizado: 23 de junio de 2025
Ahora sonreía con bondad, tenía las mejillas muy coloradas, y cautelosamente se aflojaba el talle, como para dejar un huequecito a lo que viniese después. Otro plato ligero, pero éste era francamente indígena: lomo de cerdo y longanizas con pimiento y tomate, un guiso al que daba siempre Visanteta una gracia especial, que hacía a todos mojar el pan en la roja salsa.
De las sonrisas y los saludos poco se tardó en pasar a las buenas palabras: Bonifacio y otros señores de su palco reían discretamente los chistes con que Mochi se burlaba con disimulo de la orquesta, que era indígena y desafinaba como ella sola; un lechuguino, que tenía fama de hacer grandes y muy valiosas conquistas entre bastidores, se atrevió a servir de intérprete, a su modo, entre el tenor y un trompa a quien el artista dirigió una cortés reprimenda en italiano.
Si se quiere forzar su inteligencia, sucede la que Mr. de Humboldt observó en los pueblos americanos llamados todavía las Misiones: habiendo perdido la savia indígena sin tomar nada nuestro, el cuerpo vivo pero muerto el espíritu, estériles, inutilizados para siempre, son toda su vida niños grandes, embrutecidos, idiotas.
Si un destello de literatura nacional puede brillar momentáneamente en las nuevas sociedades americanas, es el que resultará de la descripción de las grandiosas escenas naturales, y, sobre todo, de la lucha entre la civilización europea y la barbarie indígena, entre la inteligencia y la materia; lucha imponente en América, y que da lugar a escenas tan peculiares, tan características y tan fuera del círculo de ideas en que se ha educado el espíritu europeo, porque los resortes dramáticos se vuelven desconocidos fuera del país donde se toman, los usos sorprendentes y originales los caracteres.
Cansados y agobiados por la alta temperatura, llegamos a las primeras horas de la noche a una pequeña estación, de cuyo nombre indígena no quiero acordarme, y en donde nos esperaba el Administrador de la hacienda y varios mozos, con sendas caballerías.
El asunto está muy traído y manoseado en el arte pictórico indígena, y sin embargo de esto y en ello está precisamente el mérito el artista ha sabido dar alguna novedad al cuadro, que es, ni más ni menos, el infierno ¡pero qué infierno!
Contando pues con los suyos, jamas un indígena pide á los estrangeros la mas mínima cosa. Si dan ellos tan generosamente á sus compatriotas lo necesario á la subsistencia, no se hallan ménos dispuestos á prodigar lo superfluo á los que son sus amigos.
Alta, metida en carnes, morena oscura, facciones correctas y enérgicas, ojos grandes, negrísimos, de mirar desdeñoso, imponente; gallarda figura realzada por un atavío lujoso y elegante que era el asombro y la envidia de las niñas de la población. No parecía indígena, sino dama trasportada de los salones aristocráticos de la corte.
El Comillas clásico no existía ya: lo que yo estaba viendo era un pueblo industrial como otro cualquiera, favorecido, durante el verano, por una escogida sociedad de forasteros que habían impuesto á la clase indígena acomodada sus costumbres, como la industria había reducido á sus exigencias los hábitos patriarcales de la masa popular.
Influencia del elemento indígena en la cultura de los moros del reino de Granada, por D. Francisco Javier Simonet. ¿Shall Cuba be free?
Palabra del Dia
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