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Actualizado: 19 de julio de 2025


Los huesos de la muerta habían debido temblar cuando la compasiva mano colocaba la blanca ofrenda. Y él, temblando también, lloraba de gozo secreto, de gratitud desbordante, de tímida esperanza. Así, él vivía en la memoria, en el corazón de aquel ser adorado.

Maltrana había admirado muchas veces a su amigo cuando le mostraba el cuerpo con el impudor de un bravo: dos postas en la cabeza, incrustadas en los huesos del cráneo; un balazo en un hombro y otro en una pierna, proyectiles redondos que le había extraído una curandera de la vecindad con dolorosos procedimientos, y el resto del cuerpo hecho una criba por los perdigonazos, a los que apenas daba importancia, considerándolos accidentes vulgares.

No veía á nadie, pero unas manos ocultas en la sombra tiraban de una de sus piernas con fuerza sobrenatural. Hasta creyó oír el crujido de sus músculos y sus huesos. A pesar de que los amigos rodeaban su cama las manos invisibles siguieron tirando de la pierna, mientras él lanzaba rugidos de suplicio.

Yo no paro», pensaba, con escalofríos, cuando a solas comenzaba a rendirse a la evidencia. «¡A mi edad! ¡Primeriza a mi edad! ¡Qué horror! ¡Qué horror!... ¡Los huesos tan duros!...».

PASTA DE MELOCOTÓN. Se pesa kilo y medio de azúcar por kilo de fruta; se pelan y quitan los huesos a los melocotones, y con agua fría se acercan al fuego; cuando han cocido bastante se ponen a escurrir.

El frío se le iba metiendo por los huesos; el hambre le producía un fuerte dolor en el estómago.

Viérasla aquí, entre chotos y novillos, Arar, sembrar, coger..... ¡siempre á la espalda El cuévano cargado de chiquillos!..... Ó, bailando en los campos de esmeralda, Los domingos y fiestas, la hallarías, Con las trenzas más largas que la falda, Recios los huesos, las miradas frías, Y rebosando del corpiño el pecho, Rica promesa de robustas crías.

El coche marchaba por una serie de calles estrechísimas, bailando muy más de la cuenta para mis huesos; pero como yo venía dispuesto a admirarme de todo y hallarlo de perlas, lejos de quejarme, sacaba a menudo la cabeza por la ventanilla y echando una ojeada a las casas de pobre apariencia que íbamos pasando, me dejaba caer otra vez sobre el asiento, exclamando lleno de gozo: «¡Oh, qué árabe, qué árabe es todo esto

De hondonada en hondonada; y de precipicio en precipicio, dieron las cabalgaduras con nuestros huesos en el término de la ascensión. Nos encontrábamos en la línea que divide las provincias de Cavite y Batangas. La división de estas provincias la deciden la dirección de las corrientes que se deslizan por las pendientes del Sungay.

9 Y acontecerá que si diez hombres quedaren en una casa, morirán. 10 Y su tío tomará a cada uno, y le quemará para sacar los huesos de casa; y dirá al que estará en los rincones de la casa: ¿Hay aún [alguno] contigo? Y dirá: No. Y dirá [aquél]: Calla, que no [conviene] hacer memoria del nombre del SE

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malignas

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