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Actualizado: 21 de junio de 2025


Muy quedito, como quien se confiesa, empezaron a debatir y resolver estos pormenores. Otro rayo de sol entreabría las nubes, y los santos, en sus hornacinas, parecían sonreír benévolamente al grupo del banquillo.

Los santos que lo adornan semejan farolones gigantescos; las hornacinas troneras, los barandajes, los nichos, las mórbidas roscas de las columnas salomónicas, todo se me antoja como perteneciente al dominio de la antigua arquitectura naval. Caía la tarde.

Según dejamos dicho, la iglesia estaba completamente desmantelada; en el altar mayor pendían aún de las altas cornisas los rotos jirones del velo con que le habían cubierto los religiosos al abandonar aquel recinto; diseminados por las naves veíanse algunos retablos adosados al muro, sin imágenes en las hornacinas; en el coro se dibujaban con un ribete de luz los extraños perfiles de la obscura sillería de alerce; en el pavimento, destrozado en varios puntos, distinguíanse aún anchas losas sepulcrales llenas de timbres, escudos y largas inscripciones góticas; y allá á lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y á lo largo del crucero, se destacaban confusamente entre la obscuridad, semejantes á blancos é inmóviles fantasmas, las estatuas de piedra que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el mármol de sus tumbas, parecían ser los únicos habitantes del ruinoso edificio.

Sobre estos arcos corre una pequeña columnata con su arquitrabe y con arquitos ornamentales en los intercolumnios formando una hilera de hornacinas, y luego un entablamento de gran trabajo, en cuya faja inferior hay una inscripcion que dice el tiempo en que se acabó la obra de la capilla mayor.

Los chivos, según afirma el poeta, brincarán sobre los derribados pilares y sobre las estatuas yacentes de los fundadores egregios; las cabras se encaramarán sobre los altares y en los camarines y hornacinas, y las vacas mugirán y se tenderán a la larga en el coro y en otros lugares más venerandos.

Era obra del arquitecto de la Opera de París, una construcción recargada, chillona y pueril, toda ella de un tono de manteca tierna, con techos policromos, torrecillas cargadas de balconajes, hornacinas con estatuas innominadas, y muchos frisos de azulejos, muchos mosaicos dorados. En los ángulos había escudetes de cerámica verde imitando á cabujones de esmeralda.

Febrer, oyéndole, recordaba su visita a la ciudad alta, la Real Fuerza de Ibiza, población muerta, separada del barrio de la Marina por una gran muralla del tiempo de Felipe II, con los intersticios de la piedra arenisca cubiertos de verdes y ondeantes alcaparros. Estatuas romanas sin cabeza decoraban en tres hornacinas la puerta que comunicaba la ciudad con el arrabal.

Palabra del Dia

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