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Finalmente, valsaba toda la noche con el capitán, hablándole con sonrisas y miradas incendiarias. Por muy reservado y desconfiado que fuese de Sontis, era imposible que resistiese mucho tiempo a tales demostraciones. Tal vez también recibió suficientes gajes para disipar sus aprensiones. De cualquier manera que sea, no tardó en participar de la pasión violenta que había inspirado.

Clara halló, sin duda, muy raro todo aquello, fuera del uso y del estilo común; pero la cara de D. Fadrique estaba tan seria, y su expresión era tan simpática y noble, que, á pesar de las ideas con que personajes devotos habían manchado precozmente la conciencia de la niña, hablándole de pecados y faltas, Clara no pudo ver allí ningún atrevimiento liviano.

Torrebianca sólo la encontraba defectos cuando vivía lejos de ella. Al volverla á ver, un sentimiento de admiración le dominaba inmediatamente, haciéndole aceptar todo lo que ella exigiese. Saludó Elena con una sonrisa, y él sonrió igualmente. Luego puso ella los brazos en sus hombros y le besó, hablándole con un ceceo de niña, que era para su marido el anuncio de alguna nueva petición.

Mientras tanto, Elena y Watson marchaban lentamente á caballo por la orilla del río. Ella mantenía cogida una mano de él, hablándole afectuosamente, con una expresión maternal.

Una hora antes había estado en casa de su querida. Con sarcasmo mefistofélico pasó largo rato hablándole de planes para lo porvenir, prometiendo llevarla pronto a vivir consigo y viajar con ella algunos meses y comprarla una magnífica cama que juntos habían visto en un escaparate de la calle de Alcalá. Estuvo jocoso y seductor como nunca.

Usted debe pensar, no hay duda, que todo esto es muy extraño; pero, hablándole con sinceridad, señor Greenwood, le diré que me ocupo activamente en una investigación muy curiosa, cuyo feliz resultado me hará algún día poseedor de una fortuna que ni en mis sueños más extravagantes me forjé jamás. ¡Vea! exclamó de pronto, con una mirada de extraña fiereza en sus grandes ojos obscuros, al desabotonarse rápidamente su saco azul y sacar de debajo de él un pedazo cuadrado y chato de gamuza muy usada y manchada, dentro de la cual parecía que se encerraba algún precioso documento u otro objeto de valor. ¡Mire!