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Actualizado: 19 de julio de 2025


Contaba yo tomar otro baño en el foso, llevando conmigo una pequeña escala que me serviría en primer lugar para esperar con relativa comodidad, poniendo la escala contra el muro y apoyando en ella manos y pies mientras estuviese en el agua. Llegada la hora, subiría por la escala al puente y de dependería que ni Henzar ni De Gautet lo cruzasen con vida.

Tres son ruritanos, uno francés, uno belga y el otro compatriota de usted. Y todos ellos dispuestos a cortarle el pescuezo a cualquiera, si el Duque se lo manda. Quizás me corten el mío se me ocurrió decir. Es muy posible asintió Sarto. ¿Quiénes son los que están aquí, Tarlein? De Gautet, Bersonín y Dechard. ¡Los extranjeros! Es más claro que la luz del día.

Antonieta se arrojó sollozando a los pies de Sarto, a quien sólo pudo decir que me había visto lanzarme al agua desde el otro extremo del puente. ¿Y el prisionero? le preguntó el coronel. Pero ella se limitó a mover negativamente la cabeza, y Sarto, Federico y sus acompañantes cruzaron en silencio el puente, hasta tropezar con el cadáver de De Gautet.

Continuarían los gritos, mi gente bajaría el puente levadizo y extraño sería que Ruperto, al oír su nombre a voces en tales circunstancias, no bajase de su cuarto y procurase cruzar el puente. Cuanto a De Gautet, su presencia dependía del azar. Tan luego Ruperto pusiese el pie en el puente empezaría mi papel.

Nada más supe de Ruperto por entonces, porque al arrojarse él al foso asomó por la puerta inmediata a el aguzado rostro de De Gautet. Sin vacilar un momento levanté la espada, le descargué un golpe con toda la fuerza que Dios me ha dado y cayo muerto: ni una palabra, ni un gemido. Por fin descubrí las llaves.

Los señores de Gautet, Bersonín y Dechard le siguieron una hora más tarde, llevando el último un brazo en cabestrillo. Se ignora la causa de la herida, pero se sospecha que ha tenido un duelo, en el que figura como causa una mujerInformes auténticos observé, alegrándome al saber que el bribón tenía buena memoria mía.

¿Cómo vigilan ahora al Rey? pregunté, recordando que dos de los Seis habían muerto y que igual suerte había cabido a Máximo Holf. Dechard y Bersonín están de guardia por la noche y Ruperto Henzar y De Gautet, de día contestó Juan. ¿No más que dos a la vez?

Palabra del Dia

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