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Actualizado: 15 de junio de 2025


Ella estaba allí contra , inclinada sobre mi pecho y llorando de emoción. «, le he dicho , ante Dios y ante los hombres prometo no tener otra esposa.» «¡Cállese! ha exclamado , Gastón no es un perjuro y, sin embargo, promete ante Dios una cosa que nada puede hacer posible.» «¿Qué obstáculo puede haber?» «No, Gastón no puede ser el esposo de Adela.

Prendieron á D. Berenguel, General de las galeras de Sicilia, con D. Juan de Cardona, su yerno. Estos se perdieron por hacer lo que debían en seguir al General. Prendieron á D. Gastón de la Cerda, hijo del Visorrey de Sicilia, y al Obispo de Mallorca, y D. Fadrique de Cardona, y el Maestre de campo Aldana y otros muchos caballeros y Capitanes. Salvóse Juan Andrea en una fragata.

Usted no se parece al señor Le Bris, ni a Gastón de Vitré, ni a Spiro Dandolo ni a ninguno de esos que tienen éxito con las mujeres; y no obstante, fue al verle a usted la primera vez cuando comprendí que el hombre era la más bella criatura de Dios. ¿Me ama usted, pues, un poco, Germana? Hace ya mucho tiempo. Desde el día que entró usted en el palacio Sanglié.

Estos escritos no merecen, ciertamente, mayor consideración que los que me han atribuido y me atribuirán aún, pero son míos. GASTÓN DE GERMANC

La señora de Vitré, entre sus dos criadas, vestida, como ellas, con el traje nacional, parecido al hábito de los carmelitas, tenía un aspecto tan imponente como Penélope bordando las túnicas del joven Telémaco. Gastón de Vitré, bello como una joven de veinte años, llevaba la vida ruda y activa de un noble campesino.

¡Separado! ¡Bárbaro prejuicio! ¡yo te entrego a la indignación de las almas fuertes y sensibles! ¡Separado! ¡a , que atravesaría el globo por un beso de sus labios! ¡Separado! ¡Ven, ven sobre el corazón de Gastón, pobre huérfana que los hombres rechazan! ven con confianza, y te juro por la inocencia y el candor de tu alma, que todas las potencias del infierno no conseguirán separarnos.

Un crucifijo de madera negra pendía de su cabecera. Cerca de la cama una mesita cubierta de libros piadosos y con algunos ramos benditos ya casi secos, adosados contra la pared. Al ruido que yo hice al entrar se volvió hacia y me dirigió una sonrisa. «¿Es usted me dijo , mi querido Gastón?

Palabra del Dia

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